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14 octubre 2015

¿CÓMO SONABA EL AUTÉNTICO PANOCHO?


Ya sea con fines jocosos o con sentida nostalgia y cariño, damos por sentado que, llegado el momento, todos los huertanicos de Murcia somos capaces de leer -manta espinardera al hombro- el bando panocho de las Fiestas de Primavera, las soflamas carnavalescas o cuanto romance se nos ponga por delante. A fin de cuentas es una verdad de perogrullo que, como murcianos, estamos capacitados para imprimir al texto en cuestión la peculiar entonación que requiere. Es algo que llevamos en la sangre. ¿Acaso no hablan los ingleses inglés, los gallegos galego o los andaluces andaluz sin aprenderlo? ¿No habríamos entonces  nosotros ser capaces de hablar panocho? En definitiva sólo se trata de acentuar los rasgos fonéticos que el resto del año, un tanto avergonzados, tratamos de ocultar en el habla culta.  Y aclararé desde ya que me refiero al panocho como el subdialecto del murciano hablado en la Vega Media y Baja del Segura,  no al murciano como habla regional.


Bueno, pues permítanme que les diga, que ciertamente no, que la nuestra es tan sólo una pronunciación muy residual de algo que fue mucho más rico y complejo. Es más, es que ni tan siquiera estamos seguros de cómo habría de sonar. Y esto tiene su importancia pues la pronunciación, el acento, el “deje” (murcianismo aceptado por la DRAE), es la mitad de los rasgos distintivos de un habla. Recuerden por ejemplo lo innecesarios y casi ridículos que nos resultan los subtítulos en la televisión cuando el interlocutor es un catalano-parlante de academia y lo mucho que los echamos en falta cuando el que habla tiene el catalán por lengua madre de toda la vida. En el primer caso, simplemente parece un castellano mal hablado y en el segundo, es netamente diferente. Y eso pasa con todos los idiomas, el portugués hablado por un español es más un “portuñol”, como ellos dicen, que un portugués genuino. Así pues en el panocho no habría de ser de menos. Como decía Frutos Baeza:

 “El quid del habla murciana, está en la pronunciación, y para hablarla es preciso, aprender de viva voz...” (Cajines y Albares, 1927).  

Sé que alguno me citará de abuelos y tatarabuelos que aún lo hablan, o me referenciará de alguna escuela que aún lo enseñe (algo ciertamente muy loable), a troveros que lo glosan y asociaciones que lo practican, pero no me convencerán y no será por obstinación mía, tengo algún que otro argumento.

Verán, es cierto que en el proceso de normalización lingüística son los caracteres fonéticos los que más perduran. Pero esto no significa que se mantengan eternamente, tarde o temprano desaparecen. Por lo general esta pérdida está fuertemente vinculada al cese del aislamiento social o geográfico, al proceso de alfabetización de la población, y desde el siglo pasado, a la aparición de la radio y un poco más tarde de la televisión, cuando el habla estándar del castellano del norte entró en todos los hogares y “educó” a las nuevas generaciones. Es probable que antes de la radio, y dado el aislamiento de la huerta, refugio secular de moriscos, el habla panocha pudiera haberse mantenido bastante intacta pero, tras las campañas de alfabetización de la segunda república, y, sobre todo, con la llegada de la radio a todos los hogares, este aislamiento acabó. En realidad si hacemos caso nuestros antiguos autores, y creo que debíamos hacérselo, desde la segunda mitad del XVIII todos hablan del panocho como de algo ya muy residual, como del habla de sus abuelos (y esta gente ya eran nuestros tatarabuielos). En 1923 Vicente Medina declaraba para el Archivo de la Palabra:
“En mi tierra se cultivaba un lenguaje llamado panocho, lenguaje de soflamas carnavalescas, que imitando el habla regional, la ridiculizaba”. 
Sin ánimo de entrar en las connotaciones carnavalescas simplemente destacaré aquí que se refiere a ese habla como cosa del pasado. Así pues es posible que incluso para entonces el panocho ya estuviera bastante “normalizado” y que el legado que nos transmitieron los escritos costumbristas del XIX y comienzos del XX  no fueran ya sino los restos.

En realidad, el proceso de estandarización de la variedad norteña del castellano en detrimento de los rasgos locales, continua hoy día. Un reciente estudio de Hernández-Campoy y Jiménez-Cano de la Universidad de Murcia aprovechó el archivo sonoro de la EAJ17 o Radio Murcia (hoy Cadena Ser) para analizar los procesos de difusión de las innovaciones lingüísticas en el acento murciano desde 1970 hasta aproximadamente el 2000. Los resultados evidenciaron que el proceso de normalización lingüística continúa. De acuerdo a su baremación esta convergencia era para el caso de los políticos del 75% en el año 2000 cuando en  1975 era del 56,6% (el estudio ofrece abundantes datos para muchos grupos sociales). Vamos que nuestros políticos decididamente se avergüenzan del acento murciano e intentan por todos los medios hablar como los de León, a ver si así los cogen para las nacionales. Así las cosas, me parece que poco apoyo sincero puede esperarse de ellos.  Bueno, pues imaginen, si en los últimos veinticinco años, cuando ya sólo perduraban unos pocos rasgos fonéticos, todavía se dio este proceso,  cuánto mayor hubo de ser el cambio durante la alfabetización o la llegada de la radio. Ciertamente el panocho debería ser muy diferente a como lo imaginamos. La cuestión es clara: ¿pero cómo sonaba entonces el panocho original? Por desgracia la pregunta no tiene rápida ni fácil respuesta, pero podemos intentar varias aproximaciones:

Una posible solución sería acudir a esas mismas grabaciones de  la EAJ-15 que se iniciaron en 1933 en el Recreative de Espinardo, en plena huerta, y que se sabe promovía la colaboración de los oyentes ofreciéndoles espacios radiofónicos para poder realizar conferencias o charlas, leer trabajos literarios, presentar obras teatrales, cantar, solicitar discos, etc. Quizás en algunas de esas grabaciones entrevistaron a un último panocho rescatado de algún rincón de la huerta profunda y con el habla intacta. Sería genial, pero la suerte no está de nuestro lado. Por lo visto durante el proceso de digitalización de estos archivos ocurrió un fatal incendio que los dañó irremediablemente. Fue una de esas noticias que no merecen titulares, que ocupan una pequeña y escondida columna y pasan desapercibidas, cuando en realidad se trata de una pérdida descomunal de nuestro patrimonio histórico. Nadie se enteró, nadie lo lamentó....

Otra vía podría ser acudir a nuestros clásicos, ¿Acaso no existe una abundante literatura panocha, incluso diccionarios donde se registran sus peculiaridades?  Puede que sí, en realidad algo sí, pero sólo muy parcialmente. Me explico; primero hay que tener en cuenta que la inmensa mayoría de estos autores como Frutos Baeza, Diaz-Cassou, Orts, Jara Carrillo, Tornell y un largo etcétera en realidad no tenían el panocho por lengua madre. Eran más bien a la sazón unos “churubitos” enamorados de la huerta sí, pero churubitos al fin y al cabo, de exquisita educación castellana y que recogieron con gran dedicación y cariño este habla en sus escritos y, al tiempo, la aprendieron (como los catalanes de academia que comentaba al principio). Decía Díaz Cassou en La Literatura panocha (1895):

“...heredé este entusiasmo, lo he acrecido hasta el punto de aficionarme á escribir la literatura oral de nuestros últimos panochos...”

Las únicas excepciones que conozco serían las de López Almagro, Muñoz Martínez y Nicolás Rex. Este último, nacido en el corazón de la Huerta de Murcia declaraba que el panocho fue su única lengua hasta que aprendió castellano en la escuela. El caso es que todos estos autores, a falta de una norma ortográfica establecida, transcribieron con mayor o menor fortuna este habla a sus textos, cada uno a su manera y criterio, aunque al final más o menos convergerían en muchos rasgos. Pedro Lemus en su Vocabulario Panocho (1932) ya declaraba sobre el problema de esta transcripción:

“No se me oculta lo conveniente que hubiera sido representar la exacta pronunciación de muchas voces de este dialecto, que tienen sonidos peculiares, tales como las que llevan ch, y las terminadas en iquio-iquia; pero tales articulaciones no tienen figuración posible en la escritura y me atengo al modo como las han escrito los panochistas más afamados”.

No hubo de ser tarea fácil, pues en algunos puntos la diferencia es bastante notable. Está por ejemplo, el tema de las vocales abiertas y aspiradas, que por lo general resolvían con un acento en unos casos, y en otros añadiendo una “h” apostrofada (ej. to'h). Este rasgo no nos plantea problemas pues se mantiene hoy día (salvo en los políticos, como vimos). Pero en otros muchos casos, es más complicado: la “c” inicial parece ser que era bastante contundente y unos recurrían a la “k” directamente, otros a una transliteración como en “quiasa” (por casa) y otros simplemente confiaban en que el lector murciano sabrían interpretar el fonema correctamente. Un grave error como veremos. Es el caso del empleo del plural acabado en “s”, que se escribía  aunque no  se pronunciara, la “z” final que era en realidad “s”, la "r" final de los infinitivos que era "l" o las terminación en “ado” que al leer habrían de simplificarse como “ao”, y de unas cuantas más como elongaciones, permutaciones, refuerzos, etc. El problema es que hoy en día no estamos seguros de cómo o cuándo proceder ante estas lecturas, pues, ya normalizada su pronunciación, carecemos de guía para su interpretación. Está también el caso las fusiones tan abundantes y resueltas en las grafías con simples apóstrofes a modo de unión, de la ñ (¿realmente existía?), la “ll” intervocálica y así un largo etcétera. Por desgracia en otros muchos casos, en un intento de trasladar al lector el carácter rústico del huertano incluyeron numerosas faltas de ortografía en su redacción, a menudo sin transcendencia fonética, pero en otras ocasiones sí. Eso dificulta su interpretación, por ejemplo cuando escriben “llo” por “yo” (pronombre) ¿Es un intento de matizar su pronunciación o  una mera falta de ortografía a propósito?  Como veremos, en este caso probablemente no es falta ortográfica. En ocasiones, esta falta de homogeneidad en su transcripción ha sido aprovechada por los críticos para acusar a sus autores de inventar los vocablos.

Así pues sólo nos queda una aproximación posible. ¿Qué dijeron explícitamente estos autores de cómo sonaba o de cómo habría de pronunciarse el panocho?, ¿Que les llamaba la atención? ¿De qué rasgos dejaron constancia?. Pues bien existen unos pocos textos que tratan el tema de forma específica y lo que nos cuentan puede sorprendernos. En primer lugar no hablan del panocho como de una lengua zafia o malsonante, sino de una lengua dulce de sonidos arcaicos, aunque si advertían de la conveniencia de su correcta pronunciación:


“...chapurrándolo no gusta, bien hablado da placer...”(Frutos Baeza, El habla huertana, 1899)

“...En este rincón de la Península aún se oye hablar, como hace cinco siglos, á personas que por sus hábitos, traje y costumbres parecen trasmigradas á la vista del filólogo y del antiquario...” (Fuentes y Ponte; La Murcia que se fué, 1872)

“...aquel habla que abreviaron tantas elisiones y suavizaron tantas subrogaciones, llena de color y de expresión, en el hombre; poética, lánguida, voluptuosa en la mujer joven, en cuya boca las ll y las ch eran sonidos deliciosos, caricias del oído...” (Díaz Cassou; La literatura panocha. 1895)

“….pasemos a señalar lo más característico e interesante de la elocución panocha: en primer lugar diremos, como observación precisa, que la disposición de los órganos de la fonación, en nuestro huertano se adaptan más que los de ningún otro a emitir sonidos puros, sin modificación alguna, de donde acaso se deduzca que, el ritmo y tono de su expresión oral, es grato y dulzón en sus ternezas y agresivo y lacerante en sus apóstrofes”.  (Ramírez Xarriá; El Panocho. 1927)

Y no parecen falsas alabanzas, pues aportaron explicación. En el caso de Xarriá, hace éste referencia a que en una época en la que ya se había impuesto el yeismo y la no distinción entre “v” y  “b”, los panochos huertanos mantenían una perfecta pronunciación de los mismos así como de gran variedad de sonidos antiguos.

Como uno de sus rasgos más característicos citan, antes aún que el manido plural aspirado, la pronunciación exagerada de la “ll”  adhiriendo toda la lengua al paladar y reteniéndola más tiempo. La “y” se usaba realmente sólo como sustituto del conjunto ·ig· como en “trayo”. O de la “ch”  pronunciada muy “sui generis”, más suave y aguda que en castellano, pues se pronunciaba con el ápice de la lengua (quizás a lo sevillano). Era tan característica que cuando presente, ostentaba todo el valor eufónico del vocablo. En relación a este sonido es de destacar el famoso "iquio" huertano, derivado del "ico" aragonés y prácticamente olvidado hoy día. En él la -q- suena como si se articulara más adelantada en el paladar produciendo una "i" muy cerrada que suena casi como "ch" y que según decían sólo los auténticos huertanos sabían pronunciar, siendo un sonido imposible para churubitos y extranjeros. Todos estos sonidos, es importante destacarlo, se han perdido, para reconstruirlos sólo podemos interpretar las instrucciones dejadas en estos escritos pero no tenemos patrón sonoro para hacernos una idea exacta de su matiz, potencia o timbre.

Está también la complicación de ser una lengua tonal en las que las letras se pronuncian de distinta manera según la letra que precede. Es el caso de la “b” o “v” que precedidas de “s” (que ni se pronuncia y a veces ni se escribe) se transforma en “f” como en “loh fentorrillos”,  “lah farracas” o “ehfalijazión”. O los conjuntos “ld” que se elonga en una suerte de doble “l”, como en “alcal-le”.

Y por supuesto, también están los restos de pronunciación árabe entre los que  Fuentes y Ponte incluía la  “h” aspirada, la “s” muda, la “ch” fuerte, o los sonidos guturales de “g” y “j”. Un “conjunto de inexplicable gracia y belleza” decía este autor, pero que curiosamente coinciden hoy día, con algunos de los rasgos fonéticos más parodiados por el resto de comunidades. El habla morisca siempre fue la de un pueblo perseguido y bilipendiado, y, al parecer, sus restos siguen siendo objeto de burla.

Este mismo autor menciona lo características que era la "x" tomada del catalán y que sonaba como la "ch" francesa  como en xabon, dexar, madexa quixote, daraxarife, almoxarifazgo, relox (Fuentes y Ponte; La Murcia que se fué, 1872)

No intento dar aquí una recopilación o una norma sobre como pronunciar el panocho, es algo que queda lejos de mis conocimientos y posibilidades. Simplemente he pretendido que la relectura de las indicaciones que para su pronunciación nos dejaron los clásicos de nuestra literatura, nos evidencie  nuestras “limitaciones” a la hora de su pronunciación.  Quiźas así nos demos cuenta que los sonidos del panocho no son los del  “acho, pijo” que a menudo nos toca soportar como tópico burlón, sino más bien los de "canne"; “alcal-le", "esperfollo"; "chiquil-la"; "farracas"; "ehfalijazión" o "daraxarife" .

Así las cosas, parece que va a ser cuestión de practicar la próxima vez que nos toque recitar panocho.

13 noviembre 2014

SOBRE LA LOCA, MUY LOCA, HISTORIA DEL ZEBRO:

“...un animal que parece caballo, pollino y mulo y nada de eso es...”                               (Martín Sarmiento, 1752)



Vaya por delante que me había propuesto no dedicar una entrada a este asunto, pues la fascinación que el tema suscita hace que no escaseen los blogs que ya trataron sobre este enigmático animal, algunos de ellos ciertamente muy buenos. Y ya ven, aquí estoy “haciendo gala” de coherencia como siempre, pero tras años de fascinación y lectura sobre el zebro me he decidido a escribir esta entrada para retomar mi viejo blog, nunca olvidado, en la que espero poder aportar algún dato nuevo y sobre todo ordenar la, a mi juicio, un tanto enrevesada información que se ha publicado hasta el momento. Para ello he dedicado bastante esfuerzo en beber de las fuentes originales. 

Para aquellos que no hayan oído antes hablar del término cebro, (=encebro, =cebro,=zebro) les diré que designa a un équido salvaje que bien pudo vivir en Iberia hasta entrado el siglo XVI.  Largo tiempo ignorado por la ciencia y cobijado en páginas olvidadas de la historia, su identidad taxonómica resulta todavía incierta. De su existencia sabemos por numerosas crónicas medievales que lo mencionan en relación a su caza, consumo o uso medicinal.  También en la toponimia da fe de su presencia tanto en España como en Portugal, en el norte con nombres como Piedrafita do Cebreiro ( Lugo), Auga dos Cebros (Pontevedra), Vegacebrón (Asturias), Zebreira (Idanha-a-Noval),  Monte dos Zebros (Beira Baixa), Vale da Zebra (Ribadetejo), Ribeira de Zebro (Moura), por el Este hasta Teruel en Valdencebro, el Abrigo de los Encebros (Alacón), por el Centro Peninsular , Cebreros (Avila), Acebrón (Cuenca) y por el Sureste, Los Encebros (Chinchilla), Encebras (Alicante) y Las Encebras (Murcia). Reuniendo las citas y topónimos deducimos que  se trataría de un caballo veloz, de perfil convexo, pies débiles, capa de color gris ratón, con raya dorsal o de mulo,  orejas grandes, grupa caída, relincho propio de yeguas, y un aspecto triste y apocado, que habitó preferentemente en espacios abiertos de pradera y matorral, donde podía escapar a la carrera, al sur de la Cordillera  Cantábrica y del Sistema Ibérico.

Puede que a algunos de ustedes no les sorprenda en demasía el imaginar équidos salvajes trotando libremente en las llanuras de la España renacentista, pues acostumbrados a oír y ver documentales de los caballos asturcones, retuertas, sorraia, exmoor o dülmen como de auténticos caballos salvajes, la cosa no parece tan novedosa. Pero ninguno de estos caballos es realmente salvaje, se trata sin excepción de razas domesticadas que viven en semilibertad, a menudo en enclaves de no gran extensión. A día de hoy la única especie de caballo (Equus ferus) genuinamente salvaje y no extinta es el przewalski.  Para que se hagan una idea, a efectos de un zoólogo, es algo así como decir que el mamut habitó el centro de Europa hasta el siglo pasado y que la ciencia no se enteró.

Martín de Cantos, arcipreste y cronista de Chinchilla (Albacete), nos legó en 1576 la que quizás sea  la descripción más extensa y conocida  de la especie. La “enzebra” es descrita dentro de una relación de las piezas de caza en tierras del Marquesado de Chinchilla:
“...criase en esta tierra muchos benados, corços, gatos monteses y algunas vezes se hayan puercos y cabras monteses. Una espeçie de salvagina ovo en nuestro tienpo en esta tierra que no la a avido en toda España sino aqui que fueron enzebras que abia muchas y tantas que destruian los panes y senbrados. Son a manera de yeguas çenizosas de color de pelo de rata, un poco mohinas, relinchavan como yeguas, corrian tanto que no avia cavallo que las alcançase, y para aventarlas de los panes los señores dellos se ponian en paradas con caballos y galgos, que otros perros no las podian alcançar, y desta manera las aventaban, que matar no podian por su ligereza”.

La última cita que tenemos del animal data de 1579 en la relación topográfica de la Roda donde se menciona su extinción
 «A pocos años que se acabo la caza de los venados que avia muchos y podra aver quarenta años que avia muchas enzebras en termino desta villa y se a acabado ansi mismo la dicha caza»

La Roda por entonces se encontraba dentro del enorme sistema lagunar que existió en la actual ciudad de Albacete, y correspondía por tanto a llanuras y pantanos. Aunque parece existir alguna cita posterior para Extremadura. En conjunto, las citas medievales sobre el cebro son demasiado numerosas y fiables como para pensar en fábulas y leyendas. No me extenderé en ellas, en el listado bibliográfico encontrarán algunos trabajos que incluyen una extensa recopilación de las mismas. Sabemos por ellas, dónde vivía, cómo se cazaba, cómo se cocinaba, sus usos medicinales, que su piel (el tuérdago) era apreciada para el cuero,  incluso cuánto costaba su carne : “la libra de carne de zebra, tres dineros pepiones e meaia, e no mas”. Pero, con todo, ningún texto aclara definitivamente lo que era: si caballo, cebra, onagro o asno. Por lo que a lo largo de la historia se  han planteado diversas teorías sobre su auténtica identidad:

  1. El término zebro se referiría a manadas de caballos, quizás asnos, cimarrones que escaparon de sus corrales y, al igual que los mustangs americanos, establecieron poblaciones asilvestradas  en amplias áreas de la por entonces bastante deshabitada Península. Que es la hipótesis dominante en el mundo anglosajón.
  2. El término zebro no alude a un caballo sino al hemión europeo Equus hydruntinus. Un équido con amplia presencia en el registro pleistocénico europeo y que se creía extinta desde el calcolítico, pero que al parecer mantuvo poblaciones en Iberia hasta bien entrado el medievo. Esta hipótesis es defendida principalmente por arqueólogos en base a la asignación al zebro de diversos restos óseos hallados en yacimientos del calcolítico y medievo.
  3. El término cebro alude a un genuino caballo salvaje que subsistió en iberia. Se trataría quizás incluso de una nueva subespecie, el tarpán ibérico (el Equus ferus lusitanicus). Esta teoría es defendida principalmente por los expertos ecuestres portugueses e historiadores del mundo antiguo.
Ante la falta de pruebas irrefutables decantarse por una de estas teorías ellas no es sencillo, todas cuentan con acérrimos seguidores y tienen su parte de lógica. Lo único cierto es que hasta ahora no ha existido una solución definitiva al problema. Puede extrañar que tal  circunstancia no se halla producido, pero realmente la evidencia física rescatada no es mucha. Aunque los restos paleontológicos atestiguan claramente la existencia de caballos salvajes  y hemiones en Iberia durante todo el Pleistoceno, los restos posteriores son muy escasos y fragmentarios,  como un simple diente o un trozo mínimo de cráneo. Sobre esta base resulta muy difícil determinar el género de équido en cuestión, más aún diferenciar si se trataba de una animal salvaje o doméstico. Sólo recientemente la genética está desvelando el misterio y espero esa sea mi contribución a la larga lista de posts que me antecedieron en esta tarea. Empecemos pues con la labor.

I El dictamen de la filología: ¿De dónde procede el término?


Quizás la propia etimología del término cebro (zebro, encebro) pudiera aclararnos su significado original, pero en su lugar, aquí ya comienza la discusión entre autores. El primer DRAE (1729) indica que la voz puede provenir del latín  “jumentum silvaticum” mientras que en el Diccionario de Autoridades señala  “...puede derivarse del nombre cierva, porque imita mucho su velocidad; pero es más natural que sea arábigo respecto de criarse este animal en el África, y servirse de él los árabes más que otras naciones”.  La siguientes revisiones del DRAE ni lo mencionan, hasta la de 1884 donde se dan por buenas las elucubraciones del notable erudito Fray Martín Sarmiento, en las cuales negaba el origen latino o árabe de la palabra y afirmaba  que el término procedía de la  voz de origen etiópica “zécora” traído a España por los árabes y hebreos. Volveremos sobre este autor y sus “Disertación sobre el animal  zebra” más adelante, pero de momento baste decir que esta atribución es un disparate pues nace de la confusión del zebro con la cebra y de ésta con el onagro.  Esto es; de confundir nuestro animal enigma con las cebras africanas que bien sabemos nunca habitaron nuestra Península, algo que ya objetó  Graells en 1897.

Macho y hembra de zebra según ilustraciones de
George Edwards en su Gleanings of Natural History. 
Se cree que Sarmiento tuvo acceso a estas láminas
 y que pudieron contribuir a su confusión 
del onagro y la cebra como el mismo animal.
Pero el DRAE estuvo repitiendo el desliz en las sucesivas ediciones hasta nada menos que 1956 en la que por fin se acepta el origen latino del vocablo, algo que Joaquim Silveira ya había propuesto hacia 1946, esto es; como procedente  del latín “equiferus”. Para entonces un gran número de eruditos habían reproducido tal confusión en numerosos escritos y tratados. En definitiva hoy se admite que  el término zebro (=encebro, =cebro)  procede del latín equiferus -caballo salvaje- romano. Su evolución bien pudo ser:  /ekíferum/: ecíferu > ecifru > ecefru > ecebru > ecebro > cebro.  Este nombre puede aparecer también con su forma más antigua “ecebro”, al que por ultracorrección suele insertarse una ‘n’ como “encebro”, y presentarse con las grafías ‘z’ y ‘ç’ en lugar de ‘c’.


Así pues, la clave del zebro parece residir en el término equiferus. Sobre éste sabemos  que los primeros romanos que visitaron Hispania por el siglo I a.C mencionaron la presencia de ““... equi feri in Hispania citeriore regionibus aliquot(hay caballos salvajes en algunas regiones de la Hispania Citerior; Varrón) pero para el siglo I d.C. ya se había establecido la contracción  “equiferus”. Este neologismo constituye un término técnico más preciso que pone de relieve que se trata de un animal distinto al equus o caballo doméstico, aunque perteneciente al mismo género o especie, así como el lobo (lupus) lo era del perro (canis), (Pascual Barea, 2008). Sabemos que el término latino equifero/-ri/-rus  se refiere a caballos salvajes,  ya que usado como adjetivo “ferus equus” hacía referencia a la bravura del animal, así mismo  los romanos conocían dentro de su imperio a los hemiones a los que denominaban “onager” (onagro) y los distinguían además de los asnos africanos (asinus), aunque pensaban que los primeros eran la contraparte salvaje de los segundos. En conclusión, según etimología, zebro debería designar a un genuino caballo salvaje. Si además, tuviéramos una descripción latina del equifero que coincidiera con la del romance medieval del zebro esta atribución etimológica ya hubiera aclarado el asunto por sí sola, pero no es el caso.

Este problema semántico también podría haberse resuelto comparando la traducción  de nuestro “encebro” con su equivalente en otras lenguas romances que más claro tuvieran su significado. Pero el “zêbro” (=zêbra; =zebrum) portugués, el idioma del otro país habitado por el esquivo équido, sufre de no menor confusión semántica. Todo un congreso de la Academia das Ciencias de Lisboa sobre la identificación de la palabra Zêbro, Zêbra, Zebrum no es capaz de resolver el problema. La palabra es considerada como sinónimo de ciervo pero también como buey, vaca  y cabra (NUNES, 1921-1922). De manera que el portugués, más que aclarar, introduce mayor incertidumbre al problema, por contra en otras lenguas romances como el Galego existen sugerentes términos como “cebreiro” con la connotación  de puro, sin mezcla u original.

II  La confusión histórica

Ilustración medieval de un onagro
Para complicar más el asunto del étimo, en algún momento de la Edad Media, comenzó a confundirse el equifero con el  onagro, otro équido salvaje, en realidad distinto al caballo y al asno. Así en siglo VI Venancio Fortunato ya usa erróneamente “onagro” para referirse a los caballos salvajes que se cazaban en el norte de Francia. Sabemos perfectamente que no existían onagros en las Árdenas sino caballos salvajes. El onagro se habia hecho conocido por todos a  través de la transmisión de obras como el Physiologus antiguo del siglo II dC y el Bestiario medieval, que lo situaban a caballo entre lo mágico y lo mítico, pero sobre todo por la la traducción y copia vernacular de la Vulgata. Parece ser que, en la medida que las últimas poblaciones europeas de equiferos se extinguían, los eruditos se veían en la tesitura de traducir este término y, siendo ya el onagro el único équido salvaje conocido, pensaron debía tratarse del mismo animal. Error que se fue copiando incunable tras incunable.

La evolución del étimo se hace especialmente patente a través de las sucesivas traducciones de obras clásicas como la de Plinio  "Medicinae ex animalibus" (libros 28-30) en la que inicialmente se incluyen remedios medicinales obtenidos a partir del “equus”, del “equiferus”, del “onager” y del “asinus”. Con el tiempo, las copias y compendios omiten aquellos remedios que los autores consideraron ya no sería posible obtener o bien atribuyen al onagro las propiedades medicinales del equifero. Así  el manuscrito de Lucca de siglo IX (Biblioteca Statale) omite los procedentes del caballo, otras omiten el capítulo del equifero, o incluso sólo contienen las "curae ex hominibus" (curas procedentes de hombres) (Pascual Barea, 2012). En algunas copias tan posteriores como en el manuscrito italiano del siglo XIII conservado en la biblioteca Wellcome de Londres, todavía se dispone de ilustraciones de los cuatro tipos de équidos, las cuales reproduzco por su notable interés, aunque debe aclararse que, dada su procedencia, muy probablemente este equifero represente al caballo salvaje del centro de Europa, quizás de los Alpes.

Imágenes de equidos representadas en la traduccion medieval de la obra de Plinio Medicinae ex animalibus conservada en la Biblioteca Welcome de Londres. Arriba izquierda representación del equifero (equiferus), arriba derecha caballo (equus) , abajo izquierda el onagro (onager) y abajo derecha el asno (asinus).

En España se da una vuelta de tuerca más. Como hemos visto, aquí el término latino equifero no desapareció  sino que evolucionó hacia el romance ezebro,  término desconocido en el resto de la romanía. En el siglo XIII Alfonso X el Sabio en su "General Estoria", obra en la que se introducen al castellano  numerosos préstamos de origen culto y se realiza numerosas aclaraciones terminológicas,  establece la equivalencia enzebro = onagro:
"E dize Jerónimo e maestre Pedro que le llaman en el ebraico fara, e fara quiere dezir tanto en el nuestro latin como onager; e onager dezimos nos que es en la nuestra lengua por asno montes o por enzebro. E sobre esto dize Metodio que es dicho esto, los asnos monteses o enzebros e las corzas que vernán del desierto con la su crueleza a la crueleza de las otras bestias todas...". 

De manera que en España nuestros eruditos suponen que si la traducción de fara es onager o asno salvaje, lo más parecido en España a un équido salvaje son las enzebras por lo que deben ser lo mismo y al final acaban dando al zebro la definición que los comentaristas bíblicos daban al onagro. En definitiva de tres équidos hacemos uno. Pero el caso es que así sentenció el Rey Sabio y así será traducido por todos sus discípulos, nada más y nada menos que toda una prolija Escuela de  Traductores de Toledo. Ejemplo de estas traducciones es la de Abraham de Toledo sobre el Kitāb al-yawariḥ, un tratado de veterinaria escrito en Bagdag en el siglo IX. Cuando lo transcribe al romance de mediados del XIII afirma que “la carne de cebra se daba empapada en leche de asna desnatada para curar la tisis”, cuando el original menciona al onagro. El lapidario de Alfonso X traducido también del árabe, describía la confección de un talismán contra el dolor de estómago que incluía la cabeza de una ezebra y de una mosca, cuando el original caldeo se refiere  al onagro.  Incluso cuando relatinizan un topónimo local como Cebrero lo hacen como Mons Onagrorum en lugar del más correcto Mons Equiferorum.
Imagen medieval de caza con arco,  al fondo de la
 imagen entre los animales  objeto de "venación"
se aprecia  una especie de asno


Sin embargo, al mismo tiempo, cuesta creer que el autor de las “Siete Partidas”, donde se comenta la cría doméstica del zebro junto con la de otras bestias salvajes, no tuviera clara su identidad, más aún siendo el monarca gran aficionado a la caza y asiduo visitante del Reino de Murcia, uno de los últimos bastiones del zebro. En fin dudas y más dudas.

En cambio parece que otros autores tal vez observaron el animal directamente, lo diferenciaban claramente del onagro, o eso parece. Es el caso del humanista italiano Bruneto Latini, ajeno a la escuela de traductores,  que hacia 1260  dedica un capítulo de su Tesoro a las cebras de Castilla la Vieja, describiéndolas como mayores que los ciervos, con raya de mulo hasta la cola, orejas muy largas, pies débiles (con variante fessi o ‘hendidos’ en lugar de fieboli), muy veloces corriendo, y de carne exquisita.  Sabemos que no lo confundía con el onagro pues trata de éste en otro capítulo. También las expresiones populares y refranes, fieles guardianes de la tradición oral,  conservaron interesantes connotaciones para el término, aún con el animal ya extinto . En pleno siglo XVI se decía “es una cebra” de aquel que corría mucho, también se usaba en relación al carácter arisco o indómito de las personas, en especial de las mujeres serranas.  El propio Cervantes, que no pudo conocer directamente las enzebras, hace exclamar a Sancho sobre Dulcinea: “...hace correr la hacanea como una cebra.” Más interesante es la mención en el cap. XXIX de su inmortal novela:
  “Haré quenta que voy  caballero sobre el caballo Pegaso, sobre la cebra, o alfana, en que cabalgaba aquel famoso moro Muzaraque”. (N.T. alfana se decía del caballo corpulento, fuerte y brioso).

Pero es que la tergiversación  no hace sino aumentar con el transcurrir de los siglos. En el XVI durante la expansión de Portugal por las costas africanas, sus marinos descubren al hoy extinto quagga, cuyo aspecto de mulo con cebraduras parciales en tronco y extremidades, les recuerda al enzebro ibérico y al que por ello denominan zebra. Nombre que acaba extendiéndose al resto de cebras africanas. Con el tiempo el cebro se extinguirá y olvidará en Iberia, quedando su nombre asignado en exclusiva a éstas. Es decir; nuestro zebro pasó de asno a cebra.


La confusión llega a su paroxismo cuando el licenciado Fray Martín Sarmiento, al que ya mencionamos al principio,  redescubre en 1762 al zebro en los textos medievales y deduce que en España siempre abundaron las “cebras del Congo”. Opinión que plasma en su “Obra de 600 pliegos: De Historia Natural y todo tipo de erudición”, donde como él mismo indica; trata sobre el animal con la intención de que “...leyéndolos los que pudiesen tener algún influjo, solicitasen que se restituyeran a nuestra España nuestro animal perdido, cebro y cebra, para que acá procreasen en las montañas. No habría cosa más fácil , pues hoy hay muchas cebras (y con ese nombre) en las costas occidentales de África, y en especial en el Congo y en el cabo de Buena Esperanza.” Además define al  cebro como “el animal más hermoso de todos los cuadrúpedos, pues tenía franjas de todos los colores”. Obviamente el tiempo transcurrido desde su extinción hizo estragos en el recuerdo del animal y en las pesquisas del bienintencionado  Martín, al que por sus intentos de reintroducción de una especie salvaje, podríamos calificar como uno de nuestro primeros ecologistas. Aunque eso sí; algo desatinado.

Y con estas diatribas llegamos a pleno siglo XX, con  muchos historiadores dando por buenas las increíbles pesquisas de Sarmiento y otros, como el portugúes Meréa, solicitando la intervención de los zoólogos para resolver el problema. Y éstos prácticamente ignorando la petición al considerarlo una leyenda indigna de su ciencia. La falta de respuesta científica es suplantada en los foros por discusiones entre aficionados  que se eternizan y acaloran, dando literalidad a las, como hemos visto, confusas citas medievales e interpretando cualquier pequeño detalle de las mismas como decisivo: relinchaban luego caballo; ...línea de mulo, luego mulo; ...pero este caballo también tiene línea de mulo; .... pues este onagro relincha; ...pie hendido; luego te pillé es nada menos que un nuevo género; ...la cola, la clave está en la cola, ...el caballo de esta foto tiene las mismas cebraduras luego es el descendiente del cebro; ...¿cebreiros no es el nombre de un monte? luego era de monte que no de llanura; ...qué es mohino o cenizoso; ...si corría tanto debiera ser tal cosa y si era tan resistente, tal otra.  En fin, algo inevitable pues el interés era grande y lo único cierto es que la evidencia reunida no permitía ninguna afirmación contundente.

III El aporte de la paleontología


La falta de interés desde la Ciencia cambió radicalmente cuando durante el siglo XX se van acumulando evidencias a lo ancho de toda Europa de la existencia prehistórica de un nuevo équido desconocido hasta entonces; al que se denominó como Equus hydruntinus o hemión europeo. E. hydruntinus se halla bien representado en excavaciones del Pleistoceno tardío de toda Eurasia aunque las citas más antiguas datan del Pleistoceno Medio hace  350.000 años en Lunel-Viel (sur de Francia).  Parecía que sobrevivió sólo hasta comienzos del Holoceno en el Sur de Europa, pero hace relativamente poco algunos autores comenzaron a describirlo en yacimientos tan recientes como el Calcolítico Ibérico (Cardoso, 1995, Uerpmann,1976) o la Edad del Hierro germana (Wilms, 1989). En el 2000, Von den Driesch redata por radiocarbono algunos de los restos descritos por Uerpman y obtiene fechas correspondientes al medievo, por lo que decide que deben ser de un asno doméstico. Pero las citas de E. hydruntinus posteriores al calcolítico se acumulan por España y Portugal. Con toda esta información los paleontólogos Nores y Liseau en España y Antunes en Portugal retoman la pregunta lanzada por Meréa casi un siglo antes y proponen que “el animal que mejor parece adecuarse a las descripciones directas que sobre el zebro se hicieron, entre los siglos X y XVI es el Equus hydruntinus”.

Los portugueses aportan además no sólo restos de tuérdago conservado en calzados denominados “zebrunos” y en escudos de guerra medievales, sino hasta un esqueleto datado en pleno siglo XVII. Es más, basándose en la recopilación de toponimias y en las citas históricas, se recrea el mapa de supervivencia del zebro hasta su extinción (Nores y Liseau, 1992; Antunes, 2006). Los artículos científicos comienzan a dar por válida la presencia medieval de E. hydruntinus en nuestra Península. La ciencia y la historia en perfecta colaboración habían resuelto el enigma, todo un ejemplo de colaboración interdisciplinar a seguir.

Mapa de distribución del zebro en la Península durante los siglos XII, XIII, XIV y XVI en base a la recopilación toponímica (tomado de Nores y Liseau, 1992)
Por fín podíamos ponerle cara y hasta “cebraduras” al cebro, valga la redundancia. De inmediato se generó una ingente iconografía sobre el animal, que blogs y foros se encargaron de propagar como anteriormente lo había hecho la escuela de Traductores de Toledo con el cebro-onagro. Curiosamente se le asigna casi siempre librea de quagga, es decir; con cebraduras en patas y extremidades. Cuando realmente los textos antiguos sólo hablan de “línea de mulo” (yo no he encontrado tales citas), pero imagino que se supuso que la similitud encontrada por los marinos portugueses entre el quagga y el cebro debió basarse en tales parecidos.

Diferentes representaciones del zebro halladas por internet

Si lo han observado, la iconografía expuesta no es muy homogénea, en realidad parecen referirse a especies completamente diferentes y es que el único problema de esta atribución es que no sabíamos exactamente qué era Equus hydruntinus. Vamos que habíamos resuelto el enigma del cebro con el enigma no menor del asno salvaje europeo. Si ya lo sé; la historia no hace más que enredarse, pero así son las buenas novelas de intriga, además, en ésta, la cosa no termina ahí.

Verán a pesar de su ubicua presencia en los yacimientos pleistocénicos prácticamente todos los restos desenterrados correspondían a dientes y minúsculos fragmentos óseos.  Cuando se consideran los dientes de la mandíbula superior parece que lo lógico e suponer que se trataría de una variedad de asno con algo de cebra,  si consideramos las extremidades se diría que son más bien hemiones, pero si analizamos dientes de la mandíbula inferior nos recuerdan al linaje estenónido, es decir, a los primeros caballos del viejo mundo como Equus altidens -con esta mezcla cabe pensar porqué en lugar de hydruntinus no lo llamaron Equus chimerae o algo así-. El hecho es que los paleontólogos han probado a situarlo en prácticamente todas las ramas del árbol genealógico de los équidos. Todo era cuestión de qué fragmento llegara a sus mano o a qué tipo de característica dieran más valor. La siguiente figura tomada de Burke et al. (2003)  expone arriba el árbol filogenético del género Equus incluyendo caballos, cebras, asnos y hemiones (por cierto ya obsoleto) y abajo marca con una flecha el modelo de asignación a las diferentes ramas de dicho árbol en las que E. hydruntinus ha sido entroncado, con indicación del autor de la propuesta:

Diversos modelos de vinculación de E. hydruntinus dentro del árbol filogenético de los équidos con indicación de los autores (tomado de Burke et al, 2003).

IV Nuevas perspectivas de la genética

La solución a este nuevo lío y vino de la mano de los análisis genéticos. Gracias a éstos,  los paleontólogos comenzaron a darse cuenta de que algunos restos procedentes de Asía Central atribuidos a hemiones por rango geográfico eran en realidad de E. hidruntinus. Prestaron entonces más atención a las excavaciones asiáticas y finalmente dieron con dos cráneos casi completos de la especie en Crimea (Ucrania, digo Rusia) en 2002. Un primer trabajo sobre estos restos basado en el análisis osteométrico propone que debe considerarse como una especie distintiva de équido, más próximo a los onagros que a cualquier otra rama, descartando el entronque con las formas plesipinas y estenónidas, con los asnos y las cebras (Burke et al.,2003). Pero, al tiempo, ese mismo trabajo ofrece resultados genéticos menos concluyentes;  el PCA  no puede establecer si es más próximo a asnos o a hemiones, y el MDA lo clasifica como un hemión, aunque sin aclarar a qué subespecie. Un segundo análisis más detallado realizado por los mismos autores en 2006, excluye definitivamente el linaje estenónido (Modelo I de la figura) y lo sitúan dentro de los hemiones. De hecho dentro del rango de variabilidad genética intraespecífica de los mismos. Aunque los mismos autores reconocen que la osteometría indica que sería una especie aparte y dejan abierta esta incógnita, pero en cualquier caso o era un hemión o su primo hermano. Estudios independientes posteriores avalan aún más la hipótesis del fuerte entronque con el hemión (Orlando et al., 2009).

Pero ahora que se resolvía el enigma de E. hydruntinus, estos mismos estudios comienzan a cuestionar la asignación cebro=hemión. Tras un análisis genético, el esqueleto portugúes de cebro del siglo XVII  resulta ser de un asno doméstico (Orlando et al. 2013), todo un chasco. En Leicea (Portugal) se encuentra un diente que resulta ser también de un asno, adelantando la introducción de esta especie en Iberia un par de miles de años antes de su supuesta introducción por los fenicios y haciendo plausible una errónea determinación  de los restos posteriores al 2400 AC (Cardoso et al., 2013). Hace nada, unos meses, otro estudio analiza el patrón de extinción de E. hydruntinus en toda Europa y, en base a una exhaustiva recopilación de citas y sus relaciones estadísticas, llega a la conclusión de que tras los cambios climáticos de comienzos del Holoceno el hábitat adecuado para la especie se hizo tan fragmentario que el aislamiento en pequeñas poblaciones provocó su extinción (Criss y Turvey, 2014).

Varios  investigadores retoman entonces  la teoría de que las crónicas medievales sobre el zebro debían referirse a poblaciones asilvestradas de asnos. Entre ellos la propia Lisseau, uno de los padres (madre en este caso) de la hipótesis zebro=E. hydruntinus (Cardoso et al. 2013). Se trataría pues de asnos domésticos abandonados a su suerte durante generaciones, quizás tras alguna de las epidemias de peste que, durante el medievo, despoblaron amplios territorios de la Península. Se sabe que las poblaciones de animales domésticos abandonadas a su suerte, retornan en pocas generaciones a su primitiva librea y se vuelven casi indistinguibles de sus ancestros salvajes. Es el caso de nuestros muflones que no son en realidad el antecesor de las ovejas sino sus descendientes asilvestrados, del burro salvaje de Nuevo Méjico, de los mustang, del carnero de Soay o los dingos.

Burros americanos asilvestrado, aunque de no indicarlo la imagen pareciera captada en pleno noroeste muciano.

A los blogs anglosajones les cuadra esta hipótesis, en el fondo todos los países conservan un cierto orgullo patrio en eso de mantener la población más antigua de caballos y la competencia no es bien recibida, pero los hispanos se mantienen en la idea original de que no fue un animal asilvestrado. Si el cebro hubiera sido un asno o similar, es casi seguro que los textos romanos, griegos o árabes lo hubieran citado como tal. Además bien sea el equifero en  latín,  el ezebro en romance o el zebro en castellano hay una continuidad de citas históricas sobre su caza y su aprovechamiento.

Por otro lado, buena parte de los portugueses siempre se aferraron a que el cebro era en realidad un caballo genuino y que los sorraia, una raza de caballos rescatada por el prestigioso hipólogo Ruy D'Andrade, eran su últimos representantes todavía vivos.  A principios del siglo XX Andrade  seguía la pista de las famosas yeguas “fecundadas por el viento” citadas por las crónicas romanas a orillas del Tajo, y que en el siglo XVI el humanista André de Resende  dijo descubrir en varias manadas que vagaban en solitario por los montes Junto y Albardos (Portugal), empleando para ellos el término equiferi, que no zêbro. D'Andrade sospechaba la existencia de un caballo salvaje ibérico autóctono o dicho de otro modo: del pretendido tarpán ibérico o Equus ferus lusitanicus. Este caballo se caracterizaría por su talla pequeña, perfil convexo, grupa caída, capa de color frecuentemente gris, raya dorsal y extremidades cebradas. Además de las citas históricas y fenotipo de las razas ibéricas autóctonas, se apoyaba en las representaciones de alguna pinturas rupestres, como las de Ekain (Guipúzcoa),  que parecían señalar la existencia de una caballo con morfología algo distinta al resto de Europa.  Tras una ardua búsqueda D'Andrade creyó encontrar una última manada superviviente con estas características a orillas del río Sor Raia en Corcuhe  y en algunos ejemplares de Doñana. Logró rescatar unos pocos ejemplares no de las manadas silvestres sino de unos campesinos y depuró la raza, a la que denominó sorraia. Los identíficó con los zebros de las crónicas y propuso que serían el ancestro original de las razas de caballos del sur de la Península Ibérica, los descendientes casi intactos del primitivo tarpán ibérico, casi nada.

Esta hipótesis contó además con grandes defensores al otro lado del charco, pues comoquiera que estos caballos formaron parte de los contingentes translocados a América y que originaron los mustangs norteamericanos, los crioulo brasileños y argentinos o los paso fino colombianos y portoriqueños, la idea, bastante romántica, de que un descendiente directo del auténtico caballo salvaje hubiera repoblado las praderas americanas en las que su ancestro nació dos millones de años atrás, fue obviamente muy bien recibida.

Posteriores análisis genéticos  revelaron que efectivamente estos caballos poseían haplotipos únicos y antiguos pero análisis más completos (Lira et al.,  2009) no apoyan a los sorraia como un linaje predoméstico y los entroncan con el resto de caballos domésticos en un origen común, su cromosoma Y es además indistinguible del resto.

Comparación entre la pintura rupestre de un caballo en Ekain y un sorraia. Obsérvese en ambos casos el patrón de cebraduras en extremidades.

V Un último giro inesperado


Y así llegamos por fin al último acto de nuestro enrevesado relato, que es en realidad una vuelta al inicio. Como no podía ser de otra manera en esta historia llena de giros y contragiros, los mismos trabajos genéticos  que descartan al sorraia abren una nueva posibilidad.  Los patrones de diversidad alélica y heterozigosidad de las razas de caballos de origen ibérico demuestran que, en contra de la opinión generalizada, además de las estepas asiáticas pudo existir otro refugio holocénico para el caballo; Iberia  y que los caballos ibéricos del centro-sur,  contribuyeron significativamente al pool genético de los caballos domésticos bien por un evento independiente de domesticación o por un proceso de difusión genética entre razas (Warmuth, 2011).

Arriba y en gradientes rojo, patrones de diversidad para la heterozigosidad y riqueza alélica obtenidos a partir de las actuales razas de caballos, abajo distribución de los biomas durante mediados del Holoceno cuando el caballo prácticamente desapareció de Europa Central. doi:10.1371/journal.pone.0018194.g001


Y, he aquí la última sorpresa, un haplotipo, el D1, precisamente el considerado característico de razas ibéricas como el lusitano, marismeño, sorraia o garrano, apareció por primera vez  durante la Edad Media. Los autores del trabajo (Lira et al 2009) se limitan señalar dos hipótesis: por importación de razas africanas o por un evento medieval de domesticación en Iberia, ahora entendida como el reforzamiento de la poblaciones locales a partir de individuos salvajes. En definitiva la piedra está lanzada: puede que efectivamente algo así como un tarpán ibérico  correteara por nuestras praderas en pleno medievo. Señores investigadores, a qué esperan sáquennos de dudas de una vez.


El caso es que el caso sigue abierto, todas las opciones siguen siendo posibles hoy día. Todas pueden tener su parte de verdad: puede que  existiera una subespecie de tarpán en Iberia, puede que fuera conocida por los romanos y puede que, al tiempo, los asnos, y tal vez también caballos, se  asilvestraran en diferentes periodos, e incluso convivieran con auténticos caballos salvajes, puede que el término equifero  pasara a ezebro y se acabara usando para denominar de forma genérica a cualquier équido salvaje (las palabras cambian de significado con el tiempo), puede hasta que parte de este tarpán sobreviva en los genes de las razas ibéricas. Como ven todo es posible pero no por ello deja de ser  otra conjetura más con muchos "puedes" y pocas pruebas.

Si me preguntan a mí, les diré que he pasado épocas siendo partidario de cada una de ellas y que a día de hoy estoy sigo hecho un lío. Es más creo que si a estas alturas fuera hallada  mismamente “la cebra o alfana en que cabalgaba aquel famoso moro Muzaraque...” y le preguntaran por su antiguo linaje,  apuesto que ni ella misma lo sabría....

AGRADECIMIENTOS:

Idéntica confusión y dolor de cabeza que, casi con seguridad, habrá logrado el osado lector que haya llegado a este punto del blog, la obtuve yo buscando información. Por ese motivo no puedo por menos que agradecer las aclaraciones que alguno de los autores de la bibliografia consultada tuvieron el detalle de proporcionarme, como el caso de Pascual Barea, el cual además está a punto de publicar todo un libro sobre este tema y que seguro nos interesará. 

BIBLIOGRAFÍA

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22 noviembre 2013

Errores Ocultos en Wake On Lan / Wake On Wan (rev.3)



Si a Don Quijote se le fundían los sesos, a todos nosotros alguna vez se nos han frito tratando de resolver un problema informático que nos traía de cabeza. Y si además veíamos que los demás conseguían con facilidad lo que a nosotros tanto nos costaba lograr, ya es que se nos carbonizaban (si cambiar la "r" de lugar, oigan). Éste que les cuento era el mío particular desde hace mucho, mucho, mucho tiempo, y no es un cuento aunque comience como si lo fuera ("A long, long time ago, there was a little psico-informatic man who had a problem with his computer ..."). Bueno, que me congratulo en poderles contar la solución, aunque me temo que a pocos de ustedes les venga a cuento. Les adelanto que el tema es algo complejo, pero no por ello deja de ser interesante, y les aseguro que hay mucha gente con este mismo problema que no han conseguido solucionarlo aún.

Empezando

 Les pondré en situación: Ustedes saben que es posible poner un ordenador en modo "supensión de energía" (S3) o también en "hibernación" (S1). En estos estados la máquina consume una cantidad ínfima de electricidad ahorrándonos un piquito en la factura de la luz. Para activarla basta mover el ratón o tocar una tecla. Entonces se produce un rápido arranque y en segundos volvemos a tener el ordenador operativo tal como lo dejamos la última vez sin que tengamos que esperar a que se cargue Windows o Linux o el S.O. que sea, ni lanzar el antivirus de nuevo ni esperar a que se lancen otros procesos y servicios. Realmente lo que hacemos es apagar el ordenador pero seguir alimentando eléctricamente la memoria, la cpu y los puertos ps/2 o usb para que detecten cambios puedan reactivar la máquina.

Esto que podemos hacer "in situ", también es posible hacerlo en remoto, desde otra ubicación distinta gracias a internet. Es bastante útil poder operar con ella a distancia  usando ssh, vnc, ftp, etc. (ejem, .. "etc" no es un protocolo de comunicaciones, es una abreviatura del latín "et cétera" que significa "y todo lo circundante"). Así no sería preciso tenerla encendida continuamente 24h/7d por si nos hiciera falta en algún momento, sino que la dejaríamos "en suspensión" y solamente la activaríamos cuando la necesitáramos, evitándonos el exceso de consumo eléctrico. La máquina volvería ella solita a su estado de suspensión tras pasar un tiempo sin actividad si la preparamos adecuadamente

Esa operación se conoce como WOL (Wake On Lan, si se hace desde dentro de la misma red local), o WOW (Wake On Wan si se hace desde internet), y se realiza enviando por la red un mensaje especial destinado al ordenador que queremos despertar llamado "Magic Packet" que contiene la dirección MAC de la tarjeta de red del equipo que tenemos en suspensión y queremos activar.

Esto tan bonito en la teoría no siempre funciona en la práctica. En particular a mí no me funcionaba y  los siguientes


Síntomas:


Tras entrar en estado de suspensión de energía (S1 o S3), el equipo podía ser reactivado enviándole un "Magic Packet" si no hacía mucho tiempo de la entrada en suspensión. Al pasar algo más de tiempo (pongamos un cuarto de hora) era imposible reactivarlo, ya fuera desde la propia lan o desde un equipo situado en internet. Al hacer una comprobación con el equipo activado con un detector de Magic Packets (un sniffer), éste me mostraba que los paquetes mágicos entraban con toda normalidad por la tarjeta de red, por lo que todo parecía estar bien configurado y no había motivo de fallo.

Éste es sin duda uno de los problemas que más quebraderos de cabeza ha proporcionado a los que han querido hacer despertar a su ordenador. El esforzado usuario lo ha configurado todo, absolutamente todo. Ha activado el APM en la BIOS y el "Wake On Ring" o "Wake On Lan" de su ordenador, ha dejado que Windows o Linux mantengan la tarjeta de red con un hilillo de corriente para que pueda responder a los paquetes mágicos, ha asignado en su router una IP fija a su tarjeta de red, ha hecho el "port-forwarding" correctamente en el router desviando los puertos UDP 7 y 9 hacia esa ip reservada, ha comprobado incluso que los paquetes entran teniendo el equipo encendido, ha probado en otros equipos con resultados dispares, pero no ha encontrado la solución al problema de por qué su equipo sigue en modo "Bella Durmiente", no hace caso de la "magia paquetera", y se niega a activarse aun cuando todo funciona correctamente. Le faltaba visitar la página de Capitán Malaspina.



Explicación :

Los Magic Packets

Como se ha dicho antes, para conseguir que un equipo despierte, se le manda un Magic Packet . El envío se hace por el puerto UDP 7 o UDP 9 a la red donde está conectado y como identificador del destinatario se indica la MAC de la tarjeta de red del equipo. El Magic Packet contiene la dirección de broadcast de la red "FF FF FF FF FF FF" seguido de 16 repeticiones de la dirección MAC del destinatario. ¿Cómo sabe el router hacia dónde ha de desviar el paquete?. Para ello existen un par de mecanismos.

La Nat
En primer lugar está la tabla NAT (Network Address Translation) que indica que los paquetes que se reciban a través de un puerto del router, sean desviados hacia otro puerto de otra IP. Si la tarjeta de red del ordenador que queremos levantar tiene asignada la IP "192.168.0.200" y los Magic Packets los enviamos por el puerto UDP9, la NAT tendría alguna regla parecida a:

External Port Start: UDP 9 End: UDP 9
Destination IP: 192.168.0.200
Internal Port Start: UDP 9 End: UDP 9

O sea: "todos los paquetes recibidos por los puertos del 9 al 9 serán redirigidos a los puertos del 9 al 9 del ordenador cuya IP es 192.168.0.200"

¿Y cual es el ordenador que tiene esa IP?

La ARP
En nuestra ayuda viene la caché ARP (Address Resolution Protocol) del router, que registra las direcciones MAC de las tarjetas de red y las IP que tienen asignadas. Si el ordenador (su tarjeta de red) tiene la dirección física MAC "00:AA:11:BB:22:CC", el router consultará la tabla ARP y sabrá que el paquete que va a la IP 192.168.0.200 tiene que ser remitido a la dirección física de la red  "00:AA:11:BB:22:CC". La tabla ARP es meramente una tabla que registra parejas de valores (IP, MAC) y otros datos asociados a ese emparejamiento.

Protocolo de Asignaciones de IP
Normalmente los routers incorporan un servidor DHCP (Dynamic Host Configuration Protocol) que se encarga de asignar las direcciones IP disponibles conforme se las van solicitando los dispositivos que se conectan a la red. La forma de asignación es por orden de llegada y de esta forma, al primero que lo solicita se le da la primera IP que haya libre.

El espacio de direcciones que tiene disponibles un router en la red es finito y puede acabarse. Por ello los routers tienen un mecanismo que libera direcciones IP ya asignadas cuando sus usuarios no las necesitan. Para conseguirlo hacen un barrido de vez en cuando a fin de comprobar qué equipos están conectados y cuáles no.  Basta un "ping" a cada IP registrada en la ARP para saber si hay respuesta de esa IP. Si no la hay es porque el equipo correspondiente está apagado (o suspensión de energía), y entonces el servidor DHCP elimina la entrada de esa IP en la tabla ARP, dejándola disponible para otro equipo que pueda solicitar acceso a la red.

Esto no suele ser un problema cuando sólo hay un equipo conectado al router, ya que siempre recibirá la misma IP. En cambio, cuando se trata de una red de varios equipos, podemos tener cualquier IP en el equipo al que queremos despertar. Imagine por ejemplo una red casera con dos ordenadores y un reproductor de contenidos en el salón conectados por cable ethernet, y mediante wifi un portátil, un par de smartphones, y un par de tablets. Según se encienda antes uno u otro le corresponderá una u otra IP y nada nos garantiza que el equipo a despertar tenga siempre la misma dirección. 

Regresando a nuestro caso, establecimos que los Magic Packets viajaran al puerto UDP 9 de la IP 192.168.0.200. Pero ¿Qué ocurre si, debido a este funcionamiento del DHCP, esa IP pertenece a otro equipo de la red? ¡Pues que el Magic Packet no llega a la MAC destino!. En realidad no llega a ningún sitio, porque para que WOL funcione, la MAC que contiene el paquete tiene que coincidir con la MAC del equipo destino.

Hacer una Reserva de IP
En nuestra ayuda viene de nuevo la caché ARP y el servidor DHCP, ya que nos permite "reservar" ciertas IP para determinados equipos de la red. Es como si fueran direcciones IP de tipo "VIP", que están reservadas sólo para determinados clientes (o sea, para determinadas MAC). Cada vez que el router recibe una solicitud de IP proveniente de la NIC (Network Interface Card, tarjeta de red) de un equipo que acaba de ponerse en marcha, el servidor DHCP del router comprueba la MAC de esa NIC en su lista de reservas. Si detecta que la MAC de la tarjeta coincide con alguna de las que tienen reservada una IP específica entonces le asigna esa IP en lugar de cualquier otra que esté disponible. Ninguna otra MAC de la red puede usar esa IP reservada. 


Para hacer tal reserva casi todos los routers disponen de una opción en su interface preparada para tal fin, de forma que al usuario de a pie le sea fácil realizar estas reservas de IP.

Con esto, el problema parece resuelto, ya que reservaríamos la IP 192.168.0.200 a nuestra dirección MAC 00:AA:11:BB:22:CC asegurándonos así que todos los paquetes que entren al router por el puerto UDP 9 serán reinyectados al puerto 9 de nuestro ordenador.

El camino que sigue el paquete mágico cuando el equipo está activado es, de forma abreviada y sencilla:
  1. El router recibe un Magic Packet por el puerto 9
  2. La NAT instruye al router a que reenvíe ese paquete al equipo cuya dirección IP es 192.168.0.200 usando el mismo número de puerto, el 9.
  3. Para hacerlo físicamente, el router necesita usar una dirección MAC, y por ello busca una coincidencia en la tabla ARP para esa  IP, averigüando que le corresponde la MAC  00:AA:11:BB:22:CC
  4. El router comprueba que la MAC del Magic Packet coincide con la MAC informada por la ARP y reenvía el paquete a esa dirección MAC
Pero ¿Qué ocurre si el equipo que tiene esa MAC está apagado o en suspensión?. 

Debido al barrido que hace el router para detectar equipos desconectados y liberar direcciones IP, pasado un tiempo tras la suspensión de nuestro equipo su IP es liberada y su MAC deja de estar presente en la caché ARP.

O sea, que la IP sigue estando reservada, pero al no estar activo el equipo, su MAC no aparece en la tabla ARP y el paquete es desechado por el router y no llega a su destino.

Este es el motivo por el que podemos "levantar" un equipo a los pocos minutos de haber entrado en suspensión, pero no podemos hacerlo cuando ha pasado más tiempo: su MAC ha desaparecido de la tabla ARP con el barrido de IP que ha hecho el router.

Entiendan ahora la desesperación del usuario cuando tras configurar todo el sistema comprueba que funciona y pasado un tiempo, sin que él haya tocado nada, deja de funcionar sin ningún signo externo que le haga intuir el origen del fallo.

El ejemplo más claro lo tenemos cuando el servicio de mensajería no puede entregarle un envío porque usted está durmiendo la siesta y no está pendiente del timbre. El mensajero sabe a dónde tiene que dirigirse por las señas del destinatario que hay en el envío, pero no puede entregáselo porque usted no contesta y éste le supone ausente. Si al menos hubiera tenido su número móvil podría haberle avisado. Bien pues su número móvil es su MAC, su dirección postal es su IP, y el mensajero es el router. Cuando la IP reservada no tiene una MAC preasignada, los paquetes no pueden entregarse cuando usted está durmiendo. Así de sencillo.

Solución: "Asignar" en lugar de "Reservar"

Por suerte, alguien antes que nosotros fue presa de la misma desesperación, halló el origen del problema y diseñó una solución efectiva: en lugar de "reservar" esa IP a esa MAC, diseñó un método para "asignar" permanentemente la IP con su MAC de forma que aunque el router hiciera el barrido de IP inactivas, respetara esa en particular y no la borrase de la caché ARP. Es lo que se conoce como crear una asignación estática en la caché ARP. 

En nuestro símil sería como si el mensajero supiera su número de teléfono móvil: entonces le llamaría avisándole de la entrega del paquete, y usted se despertaría y abriría la puerta. Pero fíjese que en este caso el mensajero sí sabe dónde localizarlo, o sea, que conoce su IP y conoce su MAC de antemano, y la usa para poder entregarle el sobre: tendríamos que disponer de algún sistema donde guardar de forma permanente las asignaciones IP<->MAC

Por suerte para nosotros eso es fácil de solucionar. Es algo tan simple como entrar por telnet al router y hacer una asignación estática en la tabla ARP mediante el comando del mismo nombre (arp):

a) Primero, eliminamos la reserva e IP, si es que ya la teníamos hecha antes desde la interfaz web, ya que lo que queremos no es una "reserva", no una asignación estática:

               arp delete 192.168.0.200
b) Luego, reasignamos la IP desde la línea de comandos, consiguiendo -ahora sí- una asignación estática


               arp add -s 192.168.0.200 00:AA:11:BB:22:CC 

(La sintaxis dependerá del intérprete de Linux que el fabricante haya instalado en el router y de la implementación de arp que contenga. ¡Oh sí!, por supuesto aquí también está presente nuestro viejo amigo Torvalds, que ha conseguido que su nombre figure en millones de equipos)


¿Cómo saber si hemos hecho una reserva de IP o una asignación estática?. Pues mirando el campo "Flags" cuando solicitamos información de la ARP  (arp show).  En el router Comtrend AR5381u de Jazztel y en el Observa Telecom VH4032N de Vodafone una asignación estática se identifica con el flag 0x6:

&gt; arp show
IP address       HW type     Flags       HW address            Mask     Device
192.168.1.128    0x1         0x6         bc:ae:c5:47:90:87     *        br0
192.168.1.129    0x1         0x0         34:15:9e:42:a5:31     *        br0

Pero estos valores pueden ser diferentes según el equipo que se trate y la implementación que hayan hecho del comando arp. En algunos equipos una entrada estática tiene como flag la letra "s" o la palabra “static”. Tendrá que comprobar en su equipo cómo se identifica una asignación estática. Le sugiero que conecte varios equipos al router y compruebe que solo uno de ellos tiene un flag distinto al de los demás: justo al que usted asignó una dirección IP estática.



Final (o el comienzo de más problemas)

En todo este artículo se supone que el router marca "D-kk" que les ha enviado su proveedor de internet es accesible por telnet o ssh. Puede ocurrir que estos protocolos de acceso estén cerrados al usuario normal  y no podamos hacer el proceso descrito antes con el comando arp (ejemplo: Vodafone los cierra ambos, telnet y ssh para evitar que se trastee con el aparatito). La solución es llamar al servicio técnico y solicitarles la asignación de una entrada estática en la tabla ARP del router. Muchos de los supuestos técnicos que les atenderán les dirán que eso se puede hacer desde la interfaz web. Tienen que contestarles que no, que por la interfaz web sólo se consigue una reserva, pero no una asignación estática, y que ésta hay que hacerla por telnet o ssh. Si se hace por la interfaz web, esa supuesta asignación se pierde a los pocos minutos de haber apagado la máquina y eso no nos vale. Les costará unos cuantos cuartillos de hora hacerse entender, y a lo peor unas docenas de llamadas telefónicas hasta dar con el técnico que lo sea de verdad, les entienda y lo haga bien, pero se puede hacer. 

Refinal

Creo sinceramente, que lo mejor es que se busquen ustedes un router neutro y prescindan del de su proveedor. En internet se pueden encontrar buenos router Linksys, Netgear y Asus por módicos precios que les aliviarán de todas estas visicitudes con los proveedores de internet. Tan sólo tendrán que dejar el aparato del ISP en modo bridge y usar su propio router para administrar su red. Por cierto, si son capaces de instalarles un firmware de la familia DD-WRT van a ganar mucha, pero que mucha funcionalidad.

Espero haberles despejado la duda y facilitarles ese tan ansiado sueño que no lograban conciliar por no poder encender remotamente el equipo.

Saludos, Pulsar.


P.D. Disculpen la tardanza en la escritura y publicación. La maldita crisis me tiene sorbidos los cerebros y no hago otra cosas que pensar en como escapar de ella. Esto de hoy ha sido propiamente dicho un "escapismo". Confiemos en que las cosas vuelvan a su cauce y nuestras mentes, libres de tribulaciones, vuelvan a relajarse divagando para encontrar nuevas soluciones.

Revisado el 10.05.2018
Pulsar Informaticks.