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07 junio 2011

Perlas Musicales: "Floating Bridge" (un blues arrastrao)



Un amigo trajo una vez a casa un LP rayadísimo, que estaba literalmente harto de vivir, con la funda en cartón blanco desgastada como si fuera un libro del cole en el mes de julio, en el que salía media foto en blanco y negro de un tipo tocando la guitarra. Arriba ponía “ERIC CLAPTON – SLOWHAND”
Yo no sabía quién puñetas era el tal Eric (que me sonaba a vikingo y me lo imaginaba si no con trenzas, al menos pelirrojo), ni tampoco qué música tocaba, pero el chaval me pidió que le pusiera una llamada “Cocaine”. Hoy día creo que nadie puede oír tres notas de esta canción sin identificarla de inmediato, igual que hoy día hay más páginas (webs y de papel) escritas sobre Eric Clapton que gotas de lluvia en esta tarde lluviosa. No voy a decir cosas que no se hayan escrito de “Cocaine”, ni tampoco cosas que ya se hayan escrito. Sólo diga conmigo: “If you wanna hang out, you´ve got to take her out, cocaine”. Lo demás le vendrá a la cabeza solito: “She don´t lies, she don´t lies, she don´t lies, … Cocaine”. Dejando aparte estas blancas aficiones de Clapton, el “Slowhand” traía otros temas igual de buenos que el anterior y menos perjudiciales para la salud: The Core”, “Lay Down Sally, o el impresionantemente deliciosoWonderful Tonight”, todo un poema de amor de un hombre rendido a los pies de una mujer. El Slowhand estuvo poco tiempo conmigo, tuve que devolverlo para que otro disfrutara de él; pero sin saberlo, mi vínculo con el presunto pelirrojo vikingo estaba sellado.
Poco después, el año en el que al coronel Tejero le dio por no dejarme terminar una partida de billar francés (el otro de los agujeritos no es billar, oigan, el chulo es el francés a tres bandas) que tenía medio ganada en el café de Antonio y me hizo salir pitando para casita, Eric Clapton sacó su “Another Ticket”. Ni qué decir tiene que cuando me enteré me fui derechito al catálogo del “Discoplay” y me pedí un ejemplar del nuevo trabajo de Eric. Si el “Another Ticket” llevaba canciones tan buenas como las del “Slowhand”, la cosa prometía
.

Cuando me llegó el vinilo, le cedí entusiasmado 20 de los 25w que era capaz de dar el ampli Philips que compartía con mis hermanos, y al oírlo me pasó igual que con el álbum de Rossini y la “Calumnia” de Samuel Ramey. Me gustaban casi todos los cortes: Black Rose”, “I Can´t Stand It”, “Rita Mae”, “Catch Me If You Can. Había otros para los aún que no estaba musicalmente preparado. Pero uno de ellos, el “Floating Bridge” me enganchaba y me obligaba a poner la aguja una y otra vez en el segundo corte de la cara B. No sé qué es lo que tenía pero magnetizaba mis oídos y los atraía como la serpiente pitón Kaa atraía al joven Mogli : “Confía en mi…”. Con el paso de los años entendí la diferencia: la música era un blues. Un blues auténtico y tenessiniano, que tenía justo doce compases pentatónicos, con los dos últimos formando un “turnarround” (*). Un ejemplo de libro de lo que tiene que ser un blues. Y un blues de los de siempre, de los que yo llamo “blues arrastraos”. Canciones hondas, profundas, cantadas con tanta melancolía y tristeza que te llegan al alma. Por algo se llaman “Blues” (alma), ¿verdad?
Pues sí, “Floating Bridge” es uno de los blues más genuinos, auténticos y elegantes que pueden escucharse. Quizás otro sea "Love in Vain", de Robert Johnson, pero de éste hablaré en otro momento. Como buen representante del género, "Floating Bridge" habla de Dios, y de las malas costumbres, y de la honda tristeza que sentimos cuando no sabemos ni hacia dónde vamos. Hace un símil entre un puente flotante (la fragilidad de la voluntad humana y la facilidad que tenemos para descarriarnos) y un personaje que cae desde él a las aguas fangosas de un turbio río. ¿Van pillando el símil?. Allí, mientras se ahoga, se da cuenta de la situación en la que está, de que es su final en este mundo, y, desesperado, clama al cielo en busca de ayuda cuando antes había renegado de él. Alguien desconocido le rescata, le lava, le seca y lo deja en su cama a salvo de todo mal. Es entonces cuando, tras muchos años de no hacer caso de los consejos de su madre, cae en la cuenta de que ella tenía razón cuando le pedía que se hiciera con una tierra de cultivo y se asentase y dejase de vagabundear por el mundo. Ya salvado, ahora es él el que mira a la gente del puente flotante que llora su equivocación por haber tomado el mal camino y temen caer al mismo río del que él salió milagrosamente. Todo esto se cuenta en doce versos pareados, cada uno de ellos cantado con parsimonia, sin prisa, con la misma parsimonia que de niño, mi tía Conchita me contaba al oscurecer cuentos infantiles con moraleja mientras crujía la silla de enea donde me tomaba y me tapaba con una toalla para que el relente de la huerta no me resfriara en el patio de la casa de mis abuelos.
Como muchas veces pasa con Clapton y otros, el “Floating Bridge” no es obra suya. El autor de “Floating Bridge” es “Sleeping” John Estes (1899-1977), que tuvo una vida tan triste como las canciones que cantaba (E.C. lo reconoce en el propio LP -entiéndase, lo de la autoría del tema, no lo de la tristeza de las canciones). Quedó tuerto a los 15 años (de ahí lo de “Sleeping”), ciego completamente a los 50, y pobre de pura miseria a los cincuenta y tantos, tanto que vivía en una cabaña de madera sin luz ni agua ni cristales. Posteriormente, lo relanzó Big Joe Williams, y lo hizo cantar en los mejores certámenes de blues de Europa. Hizo dinero y fama, y pudo comprar una casa nueva, decente y habitable. Pero el tipo seguía viviendo en su cabaña sin cristales, hasta que un día lo encontraron muerto de frío en ella. Me recuerda al protagonista de “Como pollo sin cabeza” de Fito y Fitipaldis:

En una chabola lejos del asfalto
vive hace tiempo un señor muy raro,
es extravagante y huele a butano.
Si alguien le desprecia, él le da la mano
Tiene el pelo oscuro, los ojos claros
y los dientes negros de mascar tabaco.
Su mano derecha repleta de anillos
en la izquierda un vaso guarda el equilibrio
Bien podría haber sido Sleeping. Se ve que es la maldición del blues, que parece que instauró Robert Johnson. Pero como Johnson, “Sleeping” sentó cátedra en el blues y su peculiar estilo fue llamado la “Escuela de Bronsville”. Para que se hagan una idea, Sleeping cantaba así el “Floating Bridge”:
(pinche en la imagen para oir a Sleepin´)
Aún no atino a entender por qué este blues ha pasado de puntillas por la escena musical. Donde otros temas grandiosos del blues han tenido alto ringorrango y son mundialmente famosos, éste ha quedado apartado, excluído y olvidado. En 2011, Greg Allman (sí, el de los “Allman Brothers Band”) lo ha incluído en su álbum “Low Country Blues”, y hace de él una versión impecable, francamente buena, muy elaborada y pensada para la ocasión. Pero “donde hay patrón no manda marinero”: el “Floating Bridge” del “Another Ticket” de Clapton suena más “pecable”, más blusera.
Como ven, sigo fiel a mis principios claptonianos, y sufro por ver que el genio de Eric, al igual que el del abuelo del rock español, desaparecerá en unos años como todos lo haremos y perderé la oportunidad de verlos y oírlos en directo. En fin, que hoy estoy con alma triste de blues, y parece que soy yo el que se ha caído del puente flotante y se hunde en el fango. Será cuestión de activarse con algo de rock de Fito. Les dejo con Eric y su temazo:
(pinche en Erik para oírle cantar "Floating Bridge"

NOTAS:
(*) A los dos últimos compases de una frase de blues se les llama turnaround , y son una marca que cierra la progresión y la prepara para iniciar una nueva (media vuelta y vuelta a empezar). Todos los guitarristas de blues le prestan una atención especial, hasta el punto de que, en algunos casos, se convierten en el sello personal del autor, un rasgo distintivo de su personalidad musical.

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