Bueno pues una sensación similar he debido experimentar con estas mis ansias de naturaleza salvaje, cuando he descubierto que la recreación de naturaleza virgen, rewilding en inglés, es toda una nueva estrategia de conservación en Ecología, sólidamente apoyada en publicaciones científicas, y que recientemente la misma Unión Europea ha comenzado a implementarla como base de su nueva política de conservación.
La primera vez que tuve constancia de una experiencia de “rewilding” fue en un documental que ví precisamente en los años dorados del Equipo A y al que seguramente accedí tras ver uno de sus muy educativos y siempre “impredecibles” capítulos. Serían los años ochenta del siglo pasado y el documental narraba una experiencia de liberación de elefantes, en uno de esos inmensos parques africanos, no recuerdo cuál, con un ecosistema de tipo bosque cerrado de acacias. Los gestores tenían el firme propósito de no intervenir en la evolución del parque tras esta liberación. Para su desgracia los elefantes pronto se hicieron muy numerosos y a la primera ocasión de sequía y escasez de alimentos, éstos la tomaron con los árboles a los que derribaban sin piedad para comer los brotes más altos e incluso su corteza. Destrozaron literalmente el parque, y tras la práctica eliminación del arbolado aconteció una gran hambruna. Parecía que el ecosistema se había colapsado, recuerdo que el documental comentaba la gran tensión que el ver morir de inanición a los animales ocasionó entre los propios gestores, pero decidieron mantenerse firmes en su estrategía y no intervinieron. Para su sorpresa, tras la sequia se fue afianzando un nuevo ecosistema, una sabana abierta intercalada de bosquetes, mucho más productiva en vegetales. Los elefantes se recuperaron hasta niveles óptimos, y un gran número de nuevos herbívoros se fue asentando en el territorio, y con ellos gran diversidad de carnívoros. Los resultados finales superaron todas las expectativas iniciales en términos de diversidad animal y biomasa albergada. La moraleja era que “la naturaleza es sabia” y “las cosas no son como pensamos”. Ah sí, y que los grandes mamíferos tienen un potencial increíble de transformación del entorno, para esta última consecuencia desconozco frase al uso adecuada.
Pues este tipo de ideas ha ido cobrando fuerzas entre los científicos y se ha planteado abiertamente la hipótesis sobre si los ecosistemas que conocemos deberían ser como creemos que son o realmente no sabemos mucho de ellos, incluso para aquéllos que hemos calificado de auténticamente salvajes. Especialmente si, como suele ser el caso en nuestras latitudes, ha desaparecido la mayor parte de la megafauna (fauna por encima de 100 kg). Quizás, plantean, lo adecuado sería intentar restaurar esta gran fauna y dejarla evolucionar en un ecosistema con las dimensiones adecuadas.
Las propuestas de “rewilding” hunden sus raíces en la Teoría de la Biogeografía de Islas, publicada en 1967 por Robert H. MacArthur y Edward O. Wilson según la cual la probabilidad de extinción de una población en una isla biogeográfica es función del tamaño de la población y de su grado de aislamiento. Poblaciones pequeñas y aisladas tienen una mayor riesgo de desaparación. La teoría fue formulada matemáticamente y está corroborada por multitud de datos experimentales.
Teniendo en cuenta que el aislamiento poblacional no sólo lo puede ocasionar el mar, sino cualquier tipo de barrera, sea una cadena montañosa, un río, un desierto, o incluso una autovía, (según la especie claro), los ecólogos pronto cayeron en la cuenta que la política de conservación de naturaleza basada exclusivamente en la declaración de parques naturales podría estar condenando a la extinción a muchas de las especies que se creían así preservadas en su interior.
En los años 60 se produjo una fuerte reflexión sobre la manera de evitar estas consecuencias, dadas las limitaciones prácticas, se discutía sobre qué era más importante, si conservar unas pocas áreas de gran extensión o muchas pequeñas. Inicialmente la balanza se inclinó sobre la creación de grandes áreas, y se comenzaron a declarar parques naturales de mayor tamaño. Pero en 1970 Richard Levins refinó la teoría incluyendo la idea de que, a menudo, las poblaciones no subsisten como una unidad compacta, sino distribuidas entre diferentes núcleos mas o menos conexos (las metapoblaciones), de manera que la probabilidad de supervivencia del conjunto es mucho mayor que la de sus subunidades. Si una metapoblación sufre una catástrofe y desaparece, podrá ser reconstituida desde otra próxima. Con el tiempo, todas las subpoblaciones sufrirán angún evento de extinción, pero su conjunto perdurará. Los análisis de viabilidad de poblaciones (VPA) debían pues, considerar tanto las características de cada metapoblación como el análisis de sus conexiones.
La implicación práctica fue evidente, era necesario conectar entre sí los Parques Naturales para permitir el intercambio de individuos. Surgió de esta manera el concepto de corredor ecológico, es decir áreas no necesariamente valiosas por la especies que albergaban, pero que permitían el trasiego entre núcleos de reproducción. En España, el más conocido quizás sea el corredor verde de Guadalimar, creado como compensación por el desastre del vertido minero de Aznalcollar. Es un caso de corredor reducido a su mínima expresión, pues cubre poco más que las riberas del río y aún así se espera que la fauna siga educadamente nuestras indicaciones y recorra cientos de kilómetros para reconectar Doñana con Sierra Morena. Sin embargo en el mundo existen otros casos más emblemáticos como el Cinturón Verde Europeo, en el que se ha aprovechado como corredor verde el mismísimo Telón de acero, que durante la guerra fria separó la europa capitalista y comunista. En este caso, de forma parecida a Chernobyl, la ausencia de intervención humana durante décadas transformó esta franja fronteriza de miles de kilómetros en una autovía para la fauna con abundancia de osos, lobos, y linces.
Teniendo en cuenta que el aislamiento poblacional no sólo lo puede ocasionar el mar, sino cualquier tipo de barrera, sea una cadena montañosa, un río, un desierto, o incluso una autovía, (según la especie claro), los ecólogos pronto cayeron en la cuenta que la política de conservación de naturaleza basada exclusivamente en la declaración de parques naturales podría estar condenando a la extinción a muchas de las especies que se creían así preservadas en su interior.
En los años 60 se produjo una fuerte reflexión sobre la manera de evitar estas consecuencias, dadas las limitaciones prácticas, se discutía sobre qué era más importante, si conservar unas pocas áreas de gran extensión o muchas pequeñas. Inicialmente la balanza se inclinó sobre la creación de grandes áreas, y se comenzaron a declarar parques naturales de mayor tamaño. Pero en 1970 Richard Levins refinó la teoría incluyendo la idea de que, a menudo, las poblaciones no subsisten como una unidad compacta, sino distribuidas entre diferentes núcleos mas o menos conexos (las metapoblaciones), de manera que la probabilidad de supervivencia del conjunto es mucho mayor que la de sus subunidades. Si una metapoblación sufre una catástrofe y desaparece, podrá ser reconstituida desde otra próxima. Con el tiempo, todas las subpoblaciones sufrirán angún evento de extinción, pero su conjunto perdurará. Los análisis de viabilidad de poblaciones (VPA) debían pues, considerar tanto las características de cada metapoblación como el análisis de sus conexiones.
La implicación práctica fue evidente, era necesario conectar entre sí los Parques Naturales para permitir el intercambio de individuos. Surgió de esta manera el concepto de corredor ecológico, es decir áreas no necesariamente valiosas por la especies que albergaban, pero que permitían el trasiego entre núcleos de reproducción. En España, el más conocido quizás sea el corredor verde de Guadalimar, creado como compensación por el desastre del vertido minero de Aznalcollar. Es un caso de corredor reducido a su mínima expresión, pues cubre poco más que las riberas del río y aún así se espera que la fauna siga educadamente nuestras indicaciones y recorra cientos de kilómetros para reconectar Doñana con Sierra Morena. Sin embargo en el mundo existen otros casos más emblemáticos como el Cinturón Verde Europeo, en el que se ha aprovechado como corredor verde el mismísimo Telón de acero, que durante la guerra fria separó la europa capitalista y comunista. En este caso, de forma parecida a Chernobyl, la ausencia de intervención humana durante décadas transformó esta franja fronteriza de miles de kilómetros en una autovía para la fauna con abundancia de osos, lobos, y linces.
No obstante, en la última década esta estrategía ha sufrido un nuevo refinamiento, y es la constatación del enorme papel regulador que la megafauna proporciona a los ecosistemas y, en especial, los grandes carnívoros. Si dejamos regenerar nuestros bosques en su ausencia el ecosistema se desarrollará de una forma no equilibrada. En esencia, el rewilding es una estrategía de conservación de la naturaleza basada en la creación de grandes núcleos de naturaleza salvaje conectados por corredores naturales y en la reintroducción de grandes depredarores y especies clave. Un paso decisivo en el afianzamiento de esta teoría fué el éxito de la reintroducción del lobo en Yellowstone. Percibido inicialmente con gran temor por los ganaderos limítrofes, pronto se vió que el lobo prefería predar sobre las poblaciones salvajes de herbívoros. Éstos no sólo vieron sus sobrepoblaciones controladas de forma natural sino que tuvieron que variar su estrategía de forrajeo seleccionando los lugares de mayor protección frente al lobo y permitiendo la regeneración del bosque en las zonas abandonadas. De nuevo la presencia de una especie clave redefinía lo que creíamos era el paisaje natural.
A raíz de este éxito han surgido grandes proyectos de rewilding en todo el mundo, todos con iniciativa privada, a menudo desde ong ecologistas. Es el caso de la enorme “Iniciativa de Conservación de Yellowstone Yukon” (Y2Y) que uniría a través de corredores ecológicos diversos parques naturales entre las Montañas Rocosas, Cordillera Mackenzie y Montañas Columbia. Se trata de un espacio de 1.300.000 km2 algo así como toda España, Francia e Italia juntas. Otras iniciativas son los Parques de la Paz en Africa, Gondwana Link en Australia, o el Área de Conservación de Guanacaste, en Costa Rica. En Europa dos importantes iniciativas PAN Parks y Rewilding europe tienen el ambicioso objetivo de conseguir para 2020 un millón de hectáreas bajo este tipo de gestión. Basan su actuación en la adhesión de los gestores/administradores de un determinado espacio natural a unos principios básicos, a saber:
- Protección de los procesos forestales naturales, no está permitida la explotación forestal del bosque, ni tan siquiera, las talas sanitarias, el desbroce o la retirada de los árboles muertos.
- La caza y la pesca son actividades extractivas y por tanto no permitidas.
- La agricultura y ganadaría tradicionales son importantes para la bioversidad, pero más aún lo son la estepas, praderas y riberas que ocupan estas actividades y de las que apenas quedan ejemplos en Europa, por tanto ni siquiera estas actividades están permitidas.
- Las construcción de carreteras y caminos tampoco está permitida, se alienta la eliminación de las existentes.
- Deben poseer una gran superficie no fragmentada de hábitats naturales, que posibilite la presencia de poblaciones saludables de especies clave (oso, lince, lobos).
- La mayoria de las especies de megafauna europea (bisonte europeo, caballo salvaje, etc.) se extinguieron o casi, el importante papel ecológico que estas ejercían en el medio debe ser sustituido por el de especies equivalentes, aunque está sean sus descendientes domésticos. La condición es que se trate de poblaciones asilvestradas capaces de sobrevivir en el medio sin ningún tipo de intervención humana.
- No está permitida la construcción en el interior del parque.
- Sólo dos actividades están permitidas el turismo ecologico y sostenible y la restauración de determinados ecosistemas.
Pero la cosa no acaba aquí en 2005 un tal Paul S. Martin, a todas luces un loco visionario, publicó un libro titulado Twilight of the Mammoths: Ice Age Extinctions and the Rewilding of America (University of California Press, 2005). Sosteniendo que para que el ecosistema norteamericano realmente alcanzara un equilibrio deberían reintroducirse la mayor parte de la megafauna desaparecida y en su defecto deberían introducrise leones, elefantes, camellos, búfalos, etc. La propuesta iba en serio, e imagínense la que se montó, pero el caso es que hoy día el concepto de Pleistoceno Park es una realidad y existen diversas iniciativas para su puesta en práctica.
Una idea tan transgresora merece un nuevo post... y a fe mía que así será. Hasta no mucho tardar.
Bárbaro (en su acepción argentina)!!! Ya veo correteando a los bisontes por la Paca!!!
ResponderEliminarBisontes no sé, por mas que busco no encuentro citas tan al sur, pero encebros, uros y unas cuantas sorpresas mas...
ResponderEliminarya estamos tardando
No falta eriales que olvidar es este país. El problema de casi todos los bosques que conozco es la falta de carnívoros superiores. El sobrepastoreo y una capacidad de carga muy rebasada es lo que impide la regeneración.
ResponderEliminarAl final todas las autoregulaciones pueden modelizarse desde el punto de vista energético
Empecemos en la península Ibérica por reintroducir el Bisonte europeo, el Reno europeo, el Buey Almizclero y el caballo salvaje.
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