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26 febrero 2011

Perlas Musicales: La avispa que me llevó a conocer a Rossini



La avispa que me llevó a conocer a Rossini

Pude escuchar a Rossini por primera vez de una forma algo diferente a la habitual. Oirlo lo habría oído seguro, pero jamás lo había escuchado con detenimiento y atención, algo fundamental para poder decidir si te gusta o no una determinada composición. Les pondré en situación:

Iba de regreso a casa en el coche, un Peugeot 205 Junior, el coche más duro que puedan haber inventado. Eran las 15:40 de la tarde y aún me quedaban como 90 kilómetros por una carretera comarcal que era peligrosa porque a esa hora la ausencia de tráfico invitaba a pisar el acelerador. Para más inri, era pleno mes de julio, y no tenía aire acondicionado en el coche. Ya se pueden imaginar ustedes el calor que hacía dentro del auto aún con las ventanillas bajadas. Más o menos a mitad del recorrido, me percaté de que tenía como compañero de viaje un insecto negro y amarillo, aguijonado y con cara de pocos amigos. Una avispa, vaya. Ya saben lo peligroso que es conducir con una compañía tan incómoda por las distracciones que puede provocar, así que decidí parar. Era lo más sensato, porque un despiste a 100km/h se paga caro. Pasé algunos minutos estresantes conduciendo con un ojo en la avispa para no perderla de vista y otro en la carretera buscando un hueco en el arcén donde detenerme para desalojar al incómodo viajero. Y cuando lo encontré, la avispa desapareció. Allí estaba yo, a las cuatro y pico de la tarde del mes de julio, arrimado a un costerón de la cuneta, con un sol que ni las lagartijas se asomaban, y hecho una furia desmontado asientos y rebuscando por todo el coche porque no encontraba al puñetero bicho. Más de quince minutos me llevó encontrarlo, hasta que por fin apareció tras un pliegue de la tapicería. Uff, qué alivio sentí cuando lo vi salir del coche.

Más tranquilo ya, decidí conducir algo menos rápido (de todas formas iba a llegar tardísimo a comer) y buscar algo de música tranquila para relajarme y dejar atrás el estrés avispil. Girando el dial de la modesta radio "Belson" del coche, me encontré con Araceli González Campa y Fernando Argenta con su programa "Clásicos Populares". "Mmm , no es mala opción" - pensé yo . El programa estaba finalizando, y Fernando estaba hablando maravillas de un autor italiano, Gioaccino Rossini, y de la ingente cantidad de obras que había escrito, gracias su genio y facilida creadora. Aunque en su haber estaban grandes óperas como "Othello", "Guillermo Tell", "El Barbero de Sevilla" o "La Ceninienta", Fernando había elegido para la ocasión la obertura de una ópera llamada "La Urraca Ladrona" ("La Gazza Ladra"). El nombre ya me atrajo y decidí seguir oyendo al genial Argenta.

Contaba Fernando que la trama de la Urraca ladrona era algo rebuscada; para contarlo muy brevemente se trata de la historia de una muchacha que se va a casar pero que es juzgada y encarcelada por robar una cuchara de plata, aunque en realidad la autora del hurto ha sido una urraca, cosa que no se descubre hasta el final de la representación. Bueno, al menos no muere nadie. Aun así, ponía a Rossini más allá del paraíso, el el último cielo por las delicias de sus composiciones, la gracilidad de sus pasajes y la contundencia de sus finales. Esto me picó más aún la curiosidad y evitó que cambiara de emisora, así que me dispuse a escuchar los diez minutos largos de la obertura. Total, no tenía nada mejor que hacer.

No sé si fue porque tras el incidente de la avispa mi mente se me quedó como se suele decir "en blanco", o quizás porque porque el calor y la fácil conducción sin tráfico crearon un ambiente perceptivo que hizo que pudiera prestar más atención a la música, pero el caso es que me vi envuelto en los pasajes de aquella obertura. Era algo digno de escuchar. Era una melodía que te llevaba, te paseaba, te daba vueltas, te levitaba y te dejaba caer parándote justo antes del impacto contra el suelo para volverte a levantar suavemente entre dulces remolinos. Había pasajes en los que intuía lo que venía a continuación, y otros en los que Rossini me sorprendía de una forma ingeniosa, haciéndome sonreír mientras le decía mentalmente "Ay pillín, que me has engañado, que yo creía que ahora vendría ésto y me has salido con esta genialidad". Y cuando pensaba que estaba terminando, la urraca, con su habitual sutileza, aparecía de nuevo para reanudar la música. Era fácil imaginarla: dando disimulados saltitos, esquiva al principio, evitando miradas, pero poco a poco más presente, dando paso a los violines y violas, hasta llegar a la contundencia de los metales. Me recordó en algo a la Obertura Solemne 1812 de Tchaikovski. Era algo apoteósico. Rossini y su urraca me hicieron pasar uno de los mejores momentos musicales de mi vida. No he de decirles que me faltó tiempo para hacerme con un ejemplar en CD de esta música. Y aún hoy, bueno, más concretamente ayer, Rossini consiguió emocionarme otra vez, hizo que me levantara de mi sofá y mientras le aplaudía al amplificador Rotel y las cajas Whaferdale como si estuviera en el mismísimo Auditorio Victor Villegas, dije por lo bajini: "¡Bravo, Gioaccino!, "¡Bravo!".

Así que si ustedes tienen la suerte de encuentra diez minutos en sus ajetreadas jornadas, los justos para oír esta obertura Gioaccino Rossini, no se lo piensen más, dedíquenle ese tiempo con la seguridad de que no lo darán por perdido.

http://www.youtube.com/watch?v=qxtfNPB0O7U

o quizás en esta otra interpretación puedan apreciar mejor la garra y el esfuerzo de los músicos:
http://www.youtube.com/watch?v=ngDA9eSo84s


Aparte de darle las gracias a Fernando y Araceli por el inmenso trabajo realizado en la radio, también tengo que dárselas a esa pequeña avispita que creó el ambiente perceptivo necesario para que ellos me presentaran a Rossini y yo pudiera conocerlo íntegramente.


Dedicado a mi hermano, a quien debo otro de los momentos estelares de mis vivencias musicales al invitarme a presenciar a mí y a mi esposa, en vivo y en directo, la obra "Lucía de Lammermoor" de Donizetti. El aria de la locura de esta ópera es algo que nunca olvidaré y de lo que nunca le estaré lo suficientemente agradecido, ... igual que si recibo otra invitación similar de alguno de ustedes, la cual aceptaré y agradeceré de todo corazón.