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26 abril 2011

Chernobyl paraiso natural


Tras la tragedia de Fukushima, y ante el aluvión de datos que los medios informativos vomitan sin sentido ni conocimiento, no son pocos los que han sacado un poco de tiempo para revisar sus conocimientos básicos sobre radioactividad. Ésta parece la única arma efectiva contra el estrés que tanto presentador armado de un medidor geiger transmite al son del dichoso aparatito. ¿Qué es eso de de los becquerel, roentgen, curies? ¿Cuánto es mucho? ¿Qué es es la fusión del núcleo? ¿Y el Síndrome de China? ¿Ha pasado antes? Y claro inevitablemente uno llega a algún enlace con referencia al accidente nuclear de Chernobyl, el peor de la historia (con el permiso de lo que pueda pasar en en Japón).

Han pasado ya 25 años y la zona de exclusión de 30 km alrededor de la central comienza a abrirse al turismo con el beneplácito del gobierno ucraniano. Sorprendentemente, el turismo de más auge es el de naturaleza. De hecho amplias zonas de Chernobyl han sido declaradas Reserva Natural. Siempre que comento esto, la sorpresa escondida bajo la pícara sonrisa de la ironía suele asomar. Resulta inevitable que me respondan con algún improvisado chiste sobre la pausible fauna local, "¡Claro! ¿Quién no iría a ver ciervos de dos cabezas, peces con alas, y arañas gigantes? Lo cierto es que cuando comenzaron a publicarse fotos de la fauna superviviente de Chernobyl el público, educado en mil y una películas de agresivos y lascivos mutantes radioactivos, esperaba ver por fin un caso real de tales deformidades. Para su sorpresa, tras los primeros años en los que la fauna huyó o dejó de reproducirse, aconteció una auténtica explosión de vida. Primero se avistaron grandes piaras de jabalíes con 50 o más individuos como no se recordaban en Europa, los ciervos y corzos también aumentaron espectacularmente, sus cornamentas no eran deformes sino que serían la codicia de cualquier cazador. Los ríos rebosaban de peces, con tallas que no se recordaban en el último siglo (y no por mutación). Se cita incluso de golondrinas, palomas y estorninos que anidan en el mismo sarcófago del reactor y de enormes siluros en las piscinas de los tanques de refrigeración. La vegetación rápidamente reclamó campos, carreteras y pueblos.Con tanta presa y sin caza los lobos aumentaron espectacularmente, el lince y el búho real reaparecieron, osos venidos no se sabe dónde prosperaron en el territorio. Fue toda una sorpresa pues las poblaciones mas cercanas distaban centenares de kilómetros. Incluso los enormes alces que se creían más propios de latitudes norteñas, se asentaron en el territorio. Aprovechando esta inesperada e inmensa reserva natural se soltaron bisontes europeos y caballos salvajes de Przewalski, (el caballo salvaje de las pinturas rupestres que como el bisonte europeo sobrevivió en zoológicos) y hoy sus poblaciones no dejan de aumentar.


Chernobyl comenzó a ofrecer a los visitantes, inicialmente clandestinos, imágenes inconcebibles para la vieja Europa, manadas de lobos persiguiendo bisontes, caballos salvajes corriendo libres por extensiones sin fin, ciervos que comienzan a perder el temor al hombre. Escenas que parecían propias de Yelowstone o de las reservas africanas de pronto comenzaron a ser habituales en este imprevisto edén radiactivo. Hoy Chernobyl alberga la mejor, más extensa y floreciente comunidad de grandes mamíferos de toda Europa. El tamaño de esta "forzada" reserva natural resulta impensable para los estándares europeos, abarca más de 2500 km2 y lo mejor es que no se ha diseñado aprovechando los terrenos improductivos,marginales o inaccesibles que habitualmente tenemos a bien condonar a la naturaleza, sino que incluye amplios sectores de bosque de llanura, riberas, praderas y estepas. Los tres países implicados Ucrania,Rusia y Bielorusía no tuvieron objeción (ni opción) alguna en abrir sus fronteras a este espacio vedado al público.
Es curioso llevamos ya más de cien años en esto de la conservación de la naturaleza, plantando bosques, reproduciendo especies en cautividad, diseñando programas de recuperación, declarando pequeñas reservas, y mil cosas más y a la primera de cambio la misma Naturaleza nos deja en evidencia; se las apaña mejor sola. Es como si dijera "anda, dejadme hacer a mí..."
No nos engañemos, los análisis demuestran que todos estos animales son radiactivos, de hecho en el sur de Alemania los cazadores no pueden comerse sus jabalíes pues sus niveles de roadioisótopos son muy elevados. Sin embargo la radiación afecta a la fauna de diferentes formas, los animales con grandes desplazamientos (aves, grandes mamíferos) muestras unos niveles más bajos. Algo lógico pues la radiactividad en Chernobyl se distribuye de forma muy parcheada con zonas de niveles casi normales y núcleos auténticamente altos. De forma que una animal que se desplaza entre parches pasa un tiempo elevado en zonas de baja dosis, algo así como las vacaciones de detoxificación de los niños de Chernobyl en tierras no contaminadas. Por contra animales de escaso desplazamiento como ratones presentan dosis elevadas. Sin embargo en estos últimos parece haberse obrado una auténtica selección natural y las nuevas generaciones son más resistentes a la radiactividad. Los experimentos con ratones muestran que éstos tienen la misma esperanza de vida que los normales y los casos de cáncer no son más numerosos.

No quiero que se me mal interprete, no se trata de un intento de restar importancia a la tragedia, ni de dotar de argumentos a la industria pronuclear. Tampoco quisiera caer yo en el extremismo del siempre genial y polémico James Lovehook (autor de la teoría de Gaia antes de que los fanáticos de la New Age la transformaran en una religión), quién recientemente propuso crear una red de reservas de la biodiversidad en todo el mundo asegurando su salvaguarda mediante dosis de plutonio radiactivo enterradas. Cierto es que nadie osaría a perturbar tales espacios durante milenios, pero además de drástica y peligrosa, la propuesta esconde una total falta de confianza en la especie humana.

Lo cierto es que una abrumadora bibliografía científica demuestra que el impacto es innegable. La contaminación se ha extendido por tierra, y agua por el subsuelo, la diversidad de insectos y plantas es mucho menor. Las comunidades hipogeas y los ácaros en particular han resultado muy sensibles. Es decir muchos de los organismos responsables de los procesos básicos del ecosistema están afectados. Sin embargo debemos recordar que, si bien a escala del ecosistema es la supervivencia de sus poblaciones la base de medida, a escala humana un sólo caso de malformación es inadmisible... y son decenas de miles.

Lo que ocurre es que se ha demostrado que incluso la radiación de 500 bombas Hiroshima es menos lesiva para la Naturaleza que la influencia humana. La caza, los pesticidas, los vertidos, la contaminación, la agricultura, la usurpación de territorio, esto es, nuestro entorno habitual, reducen aún más la supervivencia de las especies que todo un accidente nuclear ¿Da para pensar no?


Les dejo con un documental de la bbc sobre la zona