Bienvenidos al blog del Capitán Malaspina y sus secuaces donde encontrarás reflexiones sobre ciencia, tecnologia, informática y otras cosas de pensar.

15 septiembre 2010

Perlas Musicales. NO PUEDE SER

Hay que ser muy, muy bueno para poner a los alemanes de pie haciendo palmas. Ellos que son tan fríos, calculadores y metódicos. Bueno, pues precisamente esto fue lo que hizo mi muy loado Plácido Domingo, con la ayuda del maestro Pablo Sorozábal, al cantar la romanza “No puede Ser” de la zarzuela “La Tabernera del Puerto” en Berlin, en 2006 en el auditorio Waldbühne (menos mal que este blog se escribe y no se “podcastea”) ante 22.000 personas. Hay que tener “agallas”, que decían los rudos pistoleros de los spaguetti western para hacerles esto a los alemanes. Domingo, a quien critican que haya grabado música “vulga”, y de género chico como ésta, es un bravío exponente del carácter español: emociona cuando canta. Pavarotti cantaba con la facilidad con la que Jhonny B. Good tocaba la guitarra: como quien toca una campana (“he plays guitar like ringing a bell”, que decía Chuck Berry), pero Plácido emociona a la gente cuando canta porque se esfuerza y transmite emociones. También es verdad, que Plácido tiene esta canción en su repertorio como si fuera un as (siempre gana con ella).
Les pongo en situación: la zarzuela narra la historia de Marola, una muchacha que regenta una taberna en el puerto de Cantabreda. Marola está enamorada de Leandro, y Leandro le corresponde, pero en silencio. Marola no tiene muy buena reputación que digamos. Leandro es una persona normal, bien posicionado socialmente, pero de Marola se dice lo contrario. Se dice que Marola es la esposa de un contrabandista huido de la justicia y escondido en alguna parte cerca de la localidad. Leandro sufre porque no quiere dar crédito a las habladurías, pero por otro lado tampoco tiene pruebas para echarlas por tierra. Sabe que las mujeres, presas de la envida, descargan contra Marola toda clase de vilipendios, pues ven que sus maridos prefieren los incómodos taburetes de la tabernera del puerto a los afables sofás de sus casas. Él no ve rasgos de malicia en su rostro, ni en sus maneras ni costumbres, y sufre al verse presa de una situación en la que no sabe si aceptar como buenos los dimes y diretes de Cantabreda y olvidarse de Marola, o hacer caso de lo que le dice su corazón sin tener en cuenta el qué dirán. También sufre por Marola, a quien tiene que ver soportar este escarnio al que el resto del pueblo la está sometiendo sin razón.
Leandro canta esta romanza consumido por la desesperación. Aunque todo apunta a que Marola no es de fiar, su corazón de dice algo totalmente distinto. “No puede ser, esa mujer es buena” canta Leandro. Y es que, amigos, cuando Plácido se convierte en Leandro, se te mete hasta en la médula y te hace compartir su sufrimiento hasta el punto de hacerte llorar. Por muchas veces que lo oigas, siempre te pasa lo mismo.
Así que si quieren darse una buena patulea de lagrimeo clickeen aquí:
Permítanme una licencia final para dar las GRACIAS (con mayúscula) a Conchita, pues sin ella no hubiera descubierto el encanto de la Zarzuela. A mí, que desde hace décadas soy un seguidor acérrimo de todo lo que sean guitarras eléctricas semi-distorsionadas y secuencias pentatónicas de doce acordes. Sigo siendo igual de acérrimo que antes, sólo que ahora me siento más completo.
Saludos de Pulsar Informaticks.

13 septiembre 2010

Perlas Musicales con Jerez Frío


Hay un tema musical que se me había clavado como una espina desde siempre. Algo que sabía que era bueno, muy bueno, pero que nunca había podido oír con finura y transparencia. De esas veces que dices "¡Que bien tiene que sonar esto en un buen equipo!". El tema no usa una fórmula novedosa; simplemente va de menos a más hasta que consigue hacerte vibrar apoteósicamente. Comienza con un violín y algo que yo identifico como un pandero, pero va cogiendo graves y presión sonora conforme avanza hasta alcanzar límites sobrecogedores, pero sin ultilizar demasiada complicación instrumental. Y éste era precisamente el problema que yo siempre tenía. Mi sistema musical se quedaba corto, los transistores de la etapa de potencia se encogían ante unos bajos tan contundentes, de forma que percibía claramente como el volumen se caía de bruces ante la intensidad de la escena musical, incapaz de aportar el amperaje necesario a las cajas y perdiendo decibelios en lugar de aumentar el volumen. De esta forma, justo cuando más se lo necesitaba, el equipo se arrugaba y no podía empujar con la contundencia y sonoridad que hacían falta para mostrar la pieza tal y como la diseñó su compositor. Hoy, con un sistema nuevo más serio, muy solvente a la hora de ofrecer musicalidad y rotundidad acústica (Rotel mod. RA-04, el hermano pequeño de la serie), he podido escucharlo como siempre había pensado que debía oírse este tema si mi equipo hubiera estado a la altura. Esa imagen mental que tenía de lo que podría ser esta melodía se ha hecho realidad por fin.

El tema es corto, dura más o menos como una canción de ahora (2m 42s). Describe un encuentro esperado entre un hombre y una mujer que se saben enamorados uno del otro pero recelan de transmitirse sus sentimientos por miedo al fracaso. Unas miradas que se cruzan furtivas, pero que se se mantienen al verse. Espectación, nervios por saber si se podría ser correspondido. Una situación militar al límite en la que ambos pueden morir en cuestión de horas sin que les haya dado tiempo a desvelar sus sentimientos. Cada uno pertenece a un mundo distinto. Ella acaba de rehusar un matrimonio seguro y cómodo con un teniente, pero a todas luces infeliz, en pos de un atisbo, una intuición acerca de Nathanael. Él sabe que si permanece junto a Cora y no se marcha por la noche, será juzgado de forma injusta sin que pueda evitarlo. Unos ojos que brillan llenos de amor y emoción mientras se miran. Es en ese momento cuando con la música se adivinan unos labios trémulos que quieren acercarse pero también quieren saborear ese dulce momento del encuentro. Al final consiguen tocarse y besarse con intensidad casi explosiva, radiante y plena. No hay palabras. Tampoco hacen falta. Es la satisfacción de sentirse correspondido, la paz que llega tras la zozobra de la incertidumbre.



El tema, como no podía ser de otra forma, se llama "The Kiss", y pertenece a la banda sonora que Trevor Jones (*) hizo para la película "El Último Mohicano". Con sólo oírlo ha hecho que rebusque en mi videoteca la película y la prepare para esta noche, víspera de romería, para verla tranquilo pasada la media noche, en silencio, sin interrupciones ni nada que te moleste, acompañado únicamente por una buena copa de jerez oloroso bien frío que pienso comprar esta tarde para la ocasión. Lástima que a esa hora no podré escuchar toda la película usando el equipo de música ...

La versión original la podéis encontrar por cualquier sitio de internet, incluso la BSO completa en formato flac o ape. Lo siento, pero no he podido localizar una interpretación que sea francamente buena de este tema en vídeo. Lo que más se aproxima a la BSO es ésto: http://www.youtube.com/watch?v=fi0W2b6OSCg

Sí os puedo pasar un extracto de la peli: http://otrocirculoperfecto.blogspot.com/2010/05/un-de-mis-peliculas-favoritas-el-ultimo.html

Por cierto, para los que no sean capaces de aguantar hasta el momento preciso, les diré que es en el minuto 50:56 donde empieza el pasaje musical de hoy. Aunque hacer esto sería un atraco al romanticismo de la escena, Así que mejor se buscan una buena botellita de jerez y se tragan todo el metraje. El jerez no se lo beban todo, dejen algo, porque no podrán terminar de ver la película y porque, como decía Super Ratón, "No se vayan todavía, aún hay más".

(*) autor, entre otras, de las BSO de "La Vida de Brian", "Excalibur", "La Liga de los Hombres Extraordinarios", "Notting Hill", etc.