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11 marzo 2010

La Pascua de Ascensión (I)



Repasando mi agenda donde guardo todos los eventos familiares, me di cuenta que tenía la misma onomástica repetida dos veces. Al parecer, en el repaso del año pasado, noté que la onomástica no aparecía en el día que tenía asignado y creyendo que había olvidado registrarla, la volví a introducir pero con fecha distinta, a pesar de que ya estaba registrada con la fecha del año pasado. De ahí la duplicidad. No sabiendo cual de las dos era la correcta, llamé a la persona en cuestión, y me dijo que la duplicidad era posible, porque su santo caía cada año en días diferentes. Me resultó extraño que fueran fechas distintas, así que me puse a investigar la razón de esta variación, y el resultado de mi labor es lo que paso a exponerles ahora.

La onomástica en cuestión es el día de la Ascensión. Ésta se celebra en distintas fechas, pero no de forma aleatoria: coincide con el cuadragésimo día después del Domingo de Resurrección. Supuse que habría de ser éste el que sufriera variaciones, y no el de la Ascensión. En Domingo de Resurrección es un día muy especial en la liturgia cristiana, tanto que otras celebraciones clave lo toman como referencia para marcar su fecha en el calendario. Cuarenta días por delante de él tenemos el Miércoles de Ceniza, fecha en que da comienzo la Cuaresma. Una semana antes del Domingo de Resurrección es el Domingo de Ramos, con el que se inicia la Semana Santa. Tras el Domingo de Resurreción (o de Gloria), sigue como hemos dicho, la Ascensión (40 días después), Pentecostés (50 días después), Corpus Christi (jueves siguiente a Pentecostés) y la Santísima Trinidad (domingo siguiente a Corpus Christi). Como habrán apreciado, ninguna de estas celebraciones tiene un día marcado en el calendario, sino que son x días antes o después de tal otro, o "el domingo siguiente a". Siendo este día como es, el centro neurálgico de la liturgia cristiana, ¿Cómo es que no tiene una fecha fija?. O mejor aún, ¿Cómo se establece la fecha en que ha de ser el Domingo de Resurrección?.

Como cualquier otra conmemoración, la fecha de la celebración ha de coincidir con el aniversario del hecho que se celebra, y para celebrar el Domingo de Resurrección tendremos que aproximarnos lo más posible a la fecha en que ocurrió ésta. Los datos de que disponemos son escasos y parcos, y muchas veces aluden a fechas de forma difusas. Ello dificulta la labor, pero no obstante se puede llegar a determinar con cierta precisión. Incluso algunos estudios han dado como fecha más probable de la muerte de Jesus el 3 de abril del año 33 de nuestra era (1).

Por desgracia, en los primeros años del Cristianismo no habían computadoras ni redes de información, y sólo se manejaban escasas fuentes históricas. Básicamente, la única datación cronológica con la que se podía contar eran los textos de las Sagradas Escrituras. Sigamos pues el razonamiento de aquellas gentes y averiguaremos el porqué de esta caprichosa asignación de fechas al santo de mi amiga. Recordemos que tratamos de hallar la fecha en que habremos de conmemorar la Resurrección.

En las Escrituras nos hablan de que Jesús acudió a Jerusalén para celebrar la Pascua, y es por estas fechas en las que transcurre su Pasión, Muerte y Resurrección. Pero no hemos de tomar como referencia la Pascua cristiana -que obviamente no existía aún-, sino la Pascua judía, o mejor dicho, la Pésaj, periodo de siete dias en que el pueblo hebreo conmemora su salida del reino de Egipto, dando fin a su período de esclavitud e iniciando el largo periplo de su Éxodo.

El calendario judío es lunisolar (2), y el año comienza con el equinoccio (3) de primavera en el hemisferio norte (otoño en el hemisferio sur), el cual se hace coincidir con el mes de Nisán. Una singularidad del calendario hebreo es que cuentan los días de ocaso a ocaso en lugar de medianoche a medianoche como hacemos nosotros. Otra es que se toma como primer día del mes lunar aquél en que finaliza la luna nueva y comienza el cuarto creciente, aunque éste no sea más que un leve resplandor en el lado derecho de la Luna. Tradicionalmente, la celebración de la Pascua judía ocurre en la luna llena del mes de Nisán, luego es en el 14 de ese mes. Los calendarios judío y romano no coinciden al tener como base ciclos distintos (el de la luna y el del sol), pero la situación de los astros es inequívoca e independiente del tipo de calendario que usemos.

Con esto ya tenemos una aproximación a la fecha que estamos buscando, pero necesitamos algo más de precisión. Sabemos que Jesucristo celebró la Pésaj (la Última Cena), así que su muerte y resurrección debieron ocurrir tras ésta, o sea, tras la primera luna llena que sucede después del equinoccio de primavera.

Los textos bíblicos coinciden en que Jesús resucitó un domingo (concretamente, "el día siguiente al sábado" -o sabbath-). Con este dato ya podemos elaborar una teoría más precisa de cuando hemos de conmemorar la Resurrección. Para celebrar la resurrección debemos elegir el domingo posterior a la primera luna llena de la primavera, fecha que parece ser bastante precisa y concreta.

Los preparativos de esta fecha tan singular exigen conocer con antelación suficiente el emplazamiento de ésta en el calendario, y ya puestos, nada impide que calculemos la fecha de los años venideros, elaborando tablas pascuales que nos sirvan de apoyo. Así nos ahorramos de tener que ir mirando la fase de la luna para determinar el inicio de la celebración. Para calcular estas tablas hay que tener en cuenta las fases de la luna, el equinoccio de primavera, la duración del mes lunar (29-30 días), la duración del año solar y los siete días de la semana. El cálculo es complejo, más aún si se tiene en cuenta que el movimiento de la Tierra alrededor del Sol (traslación, que marca los años trópicos) no está sincronizado con el movimiento de rotación de la Tierra sobre su propio eje (que define la duración del día y de la noche), y éstos a su vez tampoco lo están con el movimiento de la Luna en torno a la Tierra (que definen las fases lunares). Conseguir un cálculo preciso de los meses lunares basado en los años solares es harto difícil, y, dada la época, se puede usted imaginar el galimatías que se podría haber creado. Cada sede eclesiástica celebraría la Pascua en una fecha u otra dependiendo de sus predicciones lunares, que no tenían por qué coincidir.

Era preciso un consenso para que todos celebraran la pascua en la misma fecha. No en vano se tiene noticia de que en el concilio de Arlés (año 314) ya se trató el tema de la discrepancia calendaria de la pascua, y se estableció que fuera el papa quien fijara la fecha de su celebración, y que informara después a todas las iglesias enviándoles epístolas. No sería desatinado pensar que con la precariedad de los medios de comunicación de la época, estas epístolas no llegasen a tiempo, o incluso se perdieran por el camino. Posiblemente algunas de estas iglesias siguieran fijando por sí mismas la fecha de la Pascua porque pocos años después, en el 325, el tema se volvió a tratar en el Concilio de Nicea.

El Emperador Constantino en el Concilio de Nicea. Imagen conmemorativa

En efecto, en el Concilio de Nicea se consiguió establecer una fórmula o algoritmo por el que todas las sedes eclesiásticas pudieran fijar de forma autónoma la fecha de la pascua sin necesidad de epístolas papales, y que ésta fuera la misma para todas. Dados los paralelismos con la fe judaica, también era preciso dotar de identidad propia a este cálculo y no hacer referencia alguna al método hebreo para averiguar la fecha de la Pascua. De esta forma, se rediseñó el método cristiano para calcular la fecha, y quedó de la siguiente manera:

  1. El Equinoccio de Primavera ocurre el 21 de marzo de cada año
  2. El domingo de Resurrección será el domingo siguiente al primer plenilunio tras el equinoccio de primavera
  3. Si el Domingo Pascual coincidiera con el inicio de la Pésaj judía, éste se trasladará al siguiente domingo del calendario

Con este algoritmo conocido como "COMPUTUS" se delimita un conjunto de fechas posibles para iniciar la Pascua, que puede caer en cualquier domingo entre:
  • a) El 22 de marzo. Estaríamos en el caso extremo más temprano posible: que el 21 de cayera en sábado y éste sábado hubiera luna llena (¿Me siguen?). El siguiente domingo al plenilunio sería precisamente al día siguiente, o sea el 22 de marzo. Éste sería el Domingo de Pascua de Resurrección más temprano posible.

  • b) El 25 de abril (34 días después). Éste sería el caso extremo más tardío posible. Si el plenilunio fuera el 20 de marzo, como el 21 es equinoccio, y tenemos que buscar el domingo siguiente al primer plenilunio después del 21 de marzo, tendríamos que esperar un ciclo lunar completo para decir que ésta sería la primera luna llena de la primavera. O sea, 29 días después (el 18 de abril). Y si el 18 de abril cayera en Domingo, la fecha se desplazaría una semana entera para que no coincidiera con la Pascua Judía, o sea, el 25 de abril.
La estipulación del Concilio de Nicea parece ser convincente, bastante científica y racional, pero contiene errores de bulto. Los veremos en una próxima entrega.



(1) Según un artículo publicado en la revista NATURE, vol. 306, 22/29 Diciembre 1983, págs 743-746. Disponible en :http://www.tinet.cat/~msanroma/crucifixio.html. Se usa un cálculo astronómico bastante preciso y se apoya en la ocurrencia de un eclipse de luna que probablemente tornó parte de ésta en color rojizo, dando lugar al símil de la "Luna de Sangre" de la que hablan las escrituras tras la muerte de Jesús.

(2) Calendario Lunisolar. Es un sistema de conteo del tiempo que se basa tanto en las fases de la luna como en las estaciones del año solar. Para el conteo de meses usan las fases de la luna, dando lugar a meses de 28 y 29 días. Pero un el ciclo de 12 meses lunares no coincide exactamente con el año solar de 365 días, sino que comprende 354. Si queremos que el conteo de meses coincida con alguna de las estaciones del año, es preciso introducir un ajuste que amplíe la duración del año lunar, añadiendo un mes más de vez en cuando para que el año lunisolar coincida con el año solar.

(3) El equinoccio es un punto en la trayectoria de traslación de la Tierra alrededor del sol tal que que el día tiene igual duración que la noche en todos los lugares del mundo salvo en los polos. Hay dos equinoccios en un año, que corresponden con el fin del invierno y el fin del verano respectivamente.

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