Vivimos y trabajamos entre incertidumbres y posibilidades. Confiando en que no nos ocurra ningún contratiempo, o mejor dicho, en que la remota posibilidad de que nos ocurra nos permita desarrollar nuestra existencia con cierta normalidad. En unas ocasiones se trata de eventos fortuitos cuya posibilidad de que ocurran consideramos remota. No nos preocupamos en prevenirlos, aunque sus consecuencias son harto problemáticas. Consideramos que eso no nos puede pasar a nosotros. Y aún así, podemos sufrir un apagón una noche, o tener una semana de lluvias torrenciales o nevadas que nos impidan trasladarnos, o que se nos rompa la lavadora, o sufrir un accidente. En cambio, hay otros que sabemos que se van a producir, aunque no sabemos cuando. A éstos tampoco no les prestamos mucha atención porque sus consecuencias son leves. Quedarnos si gas a medio ducharnos, o que se funda la bombilla del aseo, por ejemplo. Confiamos en que tardarán mucho en producirse, y aunque su destino es cierto, sus efectos no nos alarman.
Lo que no consigo entender es cómo no nos protegemos de aquellos "siniestros" que tienen una gran posibilidad de ocurrir y cuyas consecuencias son nefastas para nosotros. Los fallos de los ordenadores son un ejemplo de esto último. A pesar de que sus MTBF (Medium Time Before Failure, tiempo medio de funcionamiento antes de que se presente un fallo) son muy altos, como cualquier máquina de factura humana no duran para siempre y al final fallan igual que un día su coche dice que no quiere arrancar. Los discos duros son los elementos más mecánicos de todos los componentes de un ordenador, y los más sujetos a averías por simple desgaste. Y se rompen, vaya que si se rompen. Por eso recomiendo que en cuanto usted oiga un ruido raro proviniente de su disco duro, lo cambie de inmediato. No deje que ese "clac-clac-clac-clac" se repita, o será demasiado tarde, pues antes o después le fallará, délo por seguro. En otras ocasiones, el problema no está causado por un fallo mecánico, sino que tiene que ver más con el software que con el hardware. La pérdida del sector de arranque del disco duro (MBR, Master Boot Record), o de la tabla de particiones por un fallo de corriente o un apagado impetuoso del sistema, o la presencia de los temidos virus informáticos son dos ejemplos claros. Ante estas eventualidades, pueden realizarse maniobras de recuperación que con más tiento o menos pueden solucionarnos el problema. Pero cuando todas estas herramientas de recuperación fallan, no le quedará más remedio que reinstalar al completo su sistema operativo.
La reinstalación es costosa en términos de tiempo, pero no tanto como el esfuerzo que supone recuperar la información de un disco duro enlazando sectores desvinculados y recuperando sectores defectuosos a mano. La resintalación es un método que siempre funciona, aunque produce la parada en seco de la operatividad del ordenador, ya que comporta el formateo de ese disco que causa problemas. Y el formateo significa la desaparición de todos los datos que el usuario hubiera guardado en ese disco. Ésto es sumamente estresante y desesperante para el usuario ("¿Voy a perder las fotos de los últimos seis años?")
El culpable de esta situación bien pudiera ser el afán de protagonismo del propio sistema operativo. Por defecto, Windows tiende a ocupar enteramente su disco duro la primera vez que lo instala en su ordenador. Esta ambición por acaparar su disco no tiene otra misión que evitar que otros sistemas operativos (entiéndase principalmente, Linux) puedan convivir con Windows y hacerle sombra. La técnica del polluelo del cuco: echar a los demás huevos fuera del nido para evitar la competencia por el alimento.
¿Debemos acatar la voluntad de Microsoft? Ciertamente no. MS se aprovecha de la falta de conocimientos de los usuarios, haciéndoles creer que esa esa la única forma en que puede funcionar Windows: utilizando todo su disco duro. Y como no hay otro espacio habilitado para ello, usted guarda sus fotos, vídeos, música, documentos, etc. en el mismo lugar en que reside Windows. Y por eso, cuando Windows falla y hay que reinstalar, sus datos se pierden.
Existe una forma sencillísima de evitar la pérdida de datos por una reinstalación del sistema, y está a nuestro alcance desde el invento del PC. Consiste en particionar el disco duro. Particionar el disco significa dividirlo en zonas independientes (no dividirlo físicamente, sino dividir su estructura lógica) de forma que el sistema operativo "crea" que tiene dos o más discos instalados en lugar de solamente uno.
Lo más básico es dividir en dos su disco duro y destinar cada una de estas zonas a contener datos de distinta naturaleza: en una partición residirá el sistema operativo y los programas que vaya instalando, y en la otra residirán sus datos personales, a salvo de futuras reinstalaciones. Cuando tenga que formatear el disco para reinstalar el sistema operativo, esta operación sólo afectará a la partición donde residía el sistema operativo, ya que ésta se verá como si fuera un disco por sí mismo. La otra partición quedará intacta, tal como quedó antes de que se quebrara el windows.
Lo bueno es que el proceso de particionado puede realizarse con posterioridad a la instalación del sistema operativo, y aunque ya tenga instalado Windows, todavía está a tiempo de dividir su disco en dos o más particiones dedicadas a albergar y proteger sus datos. Hay muchos programas de gestión de discos y particiones, pero por lo general es mejor que funcionen fuera del entorno de trabajo de Windows. Ésto se consigue utilizando un CD o un pendrive desde el que es posible iniciar el programa particionador sin tener que iniciar Windows antes. Gparted es uno de los más usados en el terreno del software libre (Sí, otra vez el amigo Linux por aquí).
Si desea usar algún programa del estilo de Gparted, recomiendo encarecidamente que se se informe con detalle y precisión, y que se asesore por ese amigo sabelotodo de la informática que todos tenemos. Si es posible, haga pruebas con un ordenador viejo, o con un disco nuevo que no contenga datos. Y cuando se decida a utilizarlo en su PC, haga una copia de seguridad de todos sus datos. Particionar es sencillo si se sabe hacer, pero si no sabe lo que está haciendo se puede ocasionar una pérdida total de datos difícil de recuperar.
Tras el particionado, Windows le mostrará la existencia de dos discos duros. El primero tendrá la etiqueta "C:", y será donde se ubique el propio sistema operativo. El otro (u otros, pueden haber más) tendrá asignado otra letra distinta (D:, E:, F: …). A partir de este momento usted deberá tener la precaución de enviar al segundo disco duro todos los archivos que no quiera que se borren en caso de tener que reinstalar el Windows.
Curiosamente, los mismos analistas que impusieron la condicion de que Windows campara a sus anchas por el disco duro, pensaron en que los usuarios avanzados podrían hacer un uso parecido al que he comentado anteriormente de las particiones, y habilitaron la opción de cambiar el lugar de residencia de la carpeta "Mis Documentos". Esta carpeta, que es donde todos tenemos por costumbre guardar nuestros archivos, y de la que "cuelgan" las carpetas de "Mis Imágenes", "Mis Videos", "Mi Música", etc. es suceptible de ser trasladada automáticamente a esa partición que hemos creado. Tan sólo ha de pulsar con el botón derecho encima del ítem "Mis Documentos" que aparece al pulsar el botón de "Inicio" y elegir "Propiedades". Verá que al clickear en "Mover", puede cambiar la ubicación de la carpeta de destino, trasladandola a su recien estrenada nueva partición. Al pulsar "Aplicar", todo el contenido previo de "Mis Documentos" pasará a la nueva ubicación, y de ahora en adelante, lo que guarde en "Mis Documentos" irá a parar a esa partición. Con ello habremos preservado de la quema todos los archivos personales.
Esta medida no es la panacea. Nadie esta a salvo de que su disco se estropee mecánica o eletrónicamente hablando, y de este desastre nadie le va a salvar. Por ello no se fíe nunca, y haga copias de seguridad frecuentes en otro soporte distinto del disco duro de su ordenador (DVD, discos externos, pendrives, etc.).
Gparted nuevamente en acción: se está redimensionando el tamaño de una partición recien creada. Véase la facilidad de uso: hay tiradores a ambos lados de la banda verde que representa la partición para que el usuario alargue o acorte a derecha o a izquierda.
/* Nota:Como curiosidad, los sistemas *NIX tienden a particionar más aún los discos. Por ejemplo, al instalar Linux se crean al menos tres particiones: la root o raíz ("/"), la partición para datos de usuarios ("/usr"), y la partición de intercambio de memoria ("/swap"). Hay un documento donde se estructura el contenido, nombre y tamaño de los directorios de un sistema Linux. Consúltese en un buscador "Filesystem Hierarchy Standard" y se entenderá lo que digo al leer el documento */
/*Nota2:
Windows no es malo francamente hablando; más bien diría que es ladino. En la instalación se ofrece la posibilidad de cambiar el tamaño de la partición donde residirá el sistema, permitiendo reservar parte del disco para otros usos. Lo que ocurre es que por defecto, el instalador de Windows utiliza todo el espacio disponible en la primera partición del disco ( si no existe, la crea él mismo), y el usuario no suele cambiar esta asignación, dejándola tal cual le conviene a Microsoft.
También ocurre que con el instalador de Windows no se puede crear otra partición que no sea de Windows , ya sea EXT2, EXT3, SWAP, ReiserFS, JFS, HFS, etc. Es una sutil forma de impedir la presencia de otros sistemas operativos que coexistan con el de MS*/
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